domingo, 30 de diciembre de 2012

Carta de Fin de Año,




Son ciertas todas aquellas cosas que andan diciendo. El mundo es un personaje paralítico que se mueve iracundo sólo para hacernos pensar que, tal vez, no estamos haciendo las cosas como se deben. Y uno se entrega a leer, a pensar. A sentir que las cosas van a cambiar o mejorar… o quizá,  diferentes. ¿Por qué esa neurótica intención por parte de nuestra elemental psique de creer que las cosas deberían ser diferentes? Ah… pero ahí viene la esperanza.

Me siento a ver cómo se esconde el día. Corrí el escritorio y, ahora, tengo vista a la ventana. Quizás complete de esta forma, aquel sueño burgués de escribir por encima de mi ventana. Y me reviento, o se revienta, todas esas manifiestas ideas de ser un escritor, ser un artista, ser músico…. ¿ser alguien?


Ayer tomé whisky en cantidades exorbitantes.  Práctica que no venía haciendo por cuestiones de salud. A uno se le da por creer que lo mejor sería el reposo y, sin embargo, yo veo en todo esto una especie de solución catártica, cual Freud.  Pensé en muchas cosas. Me gusta pensar a la vera de una intriga etílica que resurge, que ata y desata, levanta y mata. Pensé en que, sobre mi porvenir, me gustaría poder hacer algo de lo cual mis hijos (si es que alguna vez  los tengo) estén orgullosos. Y pensé en el temor.

El temor de quien teme fracasar. En todos mis temores, que son muchísimos. Pensé en todos esos episodios esquivos de ser alguien o hacer algo. ¿Tema recurrente el mío? Puede ser.

En estos días que pasaron, a Dios gracias, estuve leyendo muchísimo. Uno de ellos fue un libro de un autor argentino, bastante banal –si se quiere dar un adjetivo inmediato-, pero de una profundidad cósmica.
Los párrafos están escritos con una soltura envidiable. Y, los diálogos, son de una desprolijidad pura, contenida en la más cierta de las realidades posibles. Son conversaciones entre amigos, de lo más ocurrentes, de lo más simple. Nada de estorbos elementales como se los encuentra en los imbricados textos de Goethe, uno de mis autores preferidos. No esto es de una calidad mucho más sencilla y qué tanto más emocionante, pienso yo. ¡Varios signos de exclamación, varios!

Y uno de esos elementos con los cuales está sostenido el relato (o la ficción, diría Cortázar), es el vínculo de la amistad. ¡Extraño a mis amigos y esas esporádicas, nada casuales, tardes de compañía! Extraño mi cotidianeidad cierta e incierta, constantemente alterada por los avatares de ser alguien…. Extraño mi vida, la de tener mis amigos, mis espacios, mis rincones verdes. Extraño.

Y pensé en todo lo que se viene. En el temor del seguir adelante. En el que no arriesga no gana. En cantar más fuerte aún, para llegar más alto. En verme a las cuatro de la mañana, completamente ebrio. Y me gustó el futuro que se viene. Me alegró. Me hizo pensar en positivo.


Al Amor, a los Amigos, a la Familia y a la Paz:


¡FELIZ AÑO NUEVO!


Amadeus,

sábado, 15 de diciembre de 2012

Carta Abierta a la Música



Me gusta pensar en ésas viejas fotos. Creo que por eso, las canciones que hablan de ello, son las que más me emocionan. Me gusta ver cómo se dan los cambios. Se me da por pensar, ahora que estoy un poco a la ligera que llegué hace un ratito de un vuelo insufrible, que el mejor ejercicio que uno puede hacer es el de conocerse. Y, creo –de esto no me acuerdo al 100%-, que una de las sentencias filosóficas de la antigüedad era –precisamente-: “conócete a ti mismo”.

Hoy fue un gran día. Un día sumido en la más absoluta soledad. Un poco como todos los días que paso en éste desierto, Dubái.  La gente me habló un poco me dijo cosas como: “Amadeus, ¿pero no podés aguantar un poco más, hacer algo de plata?”. Cosa que, evidentemente, no puedo porque mi monedero sigue estando en cero. O… así me gusta creer. Pero, más allá de eso, no se dan cuenta, siento, que la soledad se debe a que en éste lugar, el mundo gira en otro sentido, la gente piensa en otras cosas, la vida se desenvuelve de diferente manera y los gustos son completamente distintos.

Hoy es el día número mil de mis días en completa soledad. Me levanto, toco un poco de guitarra, compongo alguna cosa, trato de leer. Leo lo que puedo leer, me conecto con los que me puedo conectar, me siento a tocar un poco más de guitarra. Cierro las cortinas porque no me gusta ver que pasa el día. Me gusta saber que, si tengo sueño, me voy a ir a dormir porque total, cuando me despierte, voy a hacer un poco lo mismo que hice ayer, que hice hoy y que haré mañana.

Tampoco es que estoy sumido en una inmensa depresión. No, afirmar aquello, sería desatinado. No. Estoy inmerso en una tremenda soledad, lo cual es diferente. Un poco lo busqué, un poco lo esperaba, un poco lo necesitaba.

Pero, con ello pues, uno de mis ejercicios como bien decía yo mientras Sabina raspa con la voz, es el de mirar fotos viejas que muestren, de alguna forma, el paso del tiempo. El tiempo, esa copia inmóvil de la eternidad, dijo Pascal.  Y las vi. Vi muchas y de muchos. Me gusta pensar en las sensaciones que tenía en aquel entonces y qué sensaciones tengo ahora. Me gusta creer que pienso diferente.

Tengo un largo viaje desde que salgo de HQ hasta que llego a mi depto. Son unos 40 minutos de trayecto en donde yo reposo y repaso todos los momentos que tiene una vida. Algunos son muy lindos, otros son muy tristes. Me acuerdo de quien me dijo “estás viviendo de ensoñaciones” y recuerdo también que hoy por hoy, los amigos se cuentan con la mano izquierda.

Caer en la cuenta de que uno está en la más inmensa soledad, es triste. Pero no triste porque es un final cantado del destino irreparable del hombre neurótico como quizás lo soy yo. No. Es triste porque todos aquellos en los que ciegamente uno pone el alma, le hacen la vista a un lado. Y, ni siquiera se toman el trabajo de fallarle a uno.

Siempre rehusé de la banal idea de creer que las cosas las tiene que hacer uno, por su cuenta y para su gusto. Pero hoy, siendo un poco más viejo… o … mejor dicho, estando un poco más solo… vengo a afirmar un poco lo mismo.

¿En dónde quedaron mis años? ¿En dónde quedaron mis vergüenzas? Llámenme cínico o dramático… Pero hoy siento que mi espíritu no tiene mucho más margen.  Siento que mi devoción se debe a una sola cosa y, tan sólo ella, es el artífice de todos mis sentidos: Es a la música preciosa, amor complicado que hoy tomo por propio.

Cuando uno se entrega a la Música, uno tiene que creer que se entrega al criterio postrero de la nada misma. La música es cruel, es altiva, es virtuosa. La música es técnica, es amor y es paciencia. Es el mayor de los bienes y es la más grande devolución… Y sin embargo, yo tan poco hombre, tan poco virtuoso, tan poco músico, tan poco talentoso, tan poco paciente, con tan poco amor, con tan poca técnica… ¡Ay música, la más cruel de todas las señoras!

Cuando decidí tomar un poco el rumbo que hoy tomé, lo hice a sabiendas de que era un tipo tremendamente limitado y ahora, ya no me caben dudas al respecto. Reconozco mis grandísimas limitaciones en lo que es la virtud de la música, el don de las gentes y la inteligencia práctica. Si admito una cosa y es que las palabras, a Dios gracias, a veces salen como disparadas de mis dedos. Pero es un derecho más que una virtud. Es un sistema que logré vencer porque en el Principio era el Verbo. Porque en el principio, sólo estaba la palabra.

¡Cómo me gustaría poder ser un poco mejor de lo que soy y dejar de ser tan limitado! ¡Cómo me gustaría creer un poco más en todas esas personas que tanto me han fallado, que tanto mal me han hecho y que tanto mal les queda por hacerme! Cómo me gustaría ser un poco más nada y vivir un poco más de todo.

Éste tipo de vida, el que llevo, de quizás ir viajando de lugar en lugar cada una porción de años, me enseñó una sola cosa: nadie va a estar ahí, porque nadie tiene que estar ahí. Es sólo la idea de creer que uno está con alguien.

Mi destino, sí es que podemos afirmar tal cosa, es el de los más oscuros abismos y las más cínicas de las tristezas. La soledad del que sabe que nunca quiso entregar nada. Del que nunca tuvo nada y del que nada saber hacer. Porque eso soy yo, un don bueno para nada.

A mí no me desagrada el epíteto. Es más, hasta tiene nombre y apellido. Me hice llamar Amadeus, para cargar con mi propio nombre la responsabilidad de no ser un apellido. Algunos creyeron encontrar en Fausto alguna luz, yo encontré puras amarguras.

Se me fueron los buenos ratos, se me fueron los buenos momentos. Se me fueron los amigos de la infancia y la familia que tanto me cuidaba. Se me fueron las esperanzas de sentir que el mundo va  a ponerse mejor y que todavía es bueno creer en la gente. Se me fueron las esperanzas de aquel, único sueño de mi vida, ser padre. Se borraron los besos de un amor que tenía rulos, de uno que era rubia y de una que tenía tatuajes. Se desvanecieron las ideas creídas de que los chocolates son amigos y a uno lo cuidan por siempre, porque se esfumó toda idea concebida de normalidad y pluralidad.

Sólo quedan, a Dios gracias, los recuerdos de unos muy buenos amigos. Compañeros inseparables con lo que justamente, hace muy poquito hablaba y disfrutaba con ellos, algunas copas. Los compañeros con los que luché y aún lucho por una única y misma causa: La música.

Escribí una canción hace tres días. Una gran canción según mi criterio. Mis canciones me ayudan. Son lo único que me separa de saltar por un piso 15 al pavimento muerto de una calle en el medio del desierto. La música, el aire de libertad, la esperanza del Amor. Sólo quedan hoy, y para la vida póstuma, entregadas completamente al más lindo de todos los artes. Al que me ha dado tantos dolores. A la que tan poco le importo, porque tan poca cosa soy yo, en comparación de todos aquellos genios que la han descubierto, descifrado y hasta le han hecho el amor… Música, pilar de mi vida, amor de mis amores, principio y fin de mi patética y despreocupada vida. Música…

A vos, Arte de las Artes, a vos… Mi único y verdadero amor… te dejo mi vida, te dejo mis manos, te dejo mi alma, te dejo mi cuerpo, te dejo mis esperanzas, te dejo mis letras, te dejo mis recuerdos, te dejo mis momentos, te dejo mi presente, mi pasado y mi futuro… a vos, mi querida y única amante… te dejo la eternidad.

Tu fiel servidor,

Amadeus, 

jueves, 13 de diciembre de 2012

Me acuerdo.





Me gusta cómo es que suena esa guitarra. ¡Ahora mi computadora, está un poquito levantada, lo que hace que mi teclado esté mucho más cómodo! Volví de un viaje. ¿De un viaje? Si, de uno de mis viajes.

Es hora de dejar de volar, pienso hoy. Pero tampoco quiero ser tan drástico. Hace más de un año que empecé éste blog y todas esas cosas que pasaron, que me pasaron, que nos pasaron. Siento ésa guitarra… “vi… tus… fotos” dice el que canta y pienso tantas cosas diferentes. Vengo componiendo tantas canciones, todas son una parte de algo que pienso, un poco de todo lo que veo, algo de lo que me mueve.

¿De acá a un año atrás? ¿Te acordás Amadeus? Sí, me acuerdo. Estaba sentado, viendo un día de lluvia. La lluvia, que cosa mágica. Ya casi no lluevo en donde ahora vivo.

Tengo nuevos planes, tengo nuevas metas, tengo nuevas canciones. Me gusta sentir que pienso y compongo que compongo y pienso. Leer, me acuerdo de las cosas que anduve leyendo. Me gusta saber que ahora tengo anteojos y que puedo leer un poco más, sin que la vista se me canse tanto.  Me  parece bien creer que crecí.

Sí, crecí. Encontré el amor, encontré la música, encontré la vida, encontré la ruta. Encontré un montón de países con un montón de gente. Y me pregunto si todo esto es una especie de sueño insomne o que, solamente, tiene que ver con el paso del tiempo que nos hace más nítidos.

Me acuerdo de mis amigos. Me acuerdo de todos ellos. De mi familia. De las cosas que me dijeron. De Phillip Glass tocando alguna de sus piezas musicales y me acuerdo, indefectiblemente de la mandolina que tantas alegrías me trajo. Me acuerdo del sol, de la sensación de pisar el verde. Del ruido que hace el agua cuando alguien salta a la pileta.  Me acuerdo.

Me acuerdo de lo que significa ser Hombre y no dejarse llevar por los vicios malignos que a veces involucran al ser. Me acuerdo de cómo la música se sentía por las venas cuando iba al Colón con mis amigos a escuchar alguna que otra ópera de Wagner o, quién sabe, algún cuarteto. Sí, me acuerdo bien.

Me acuerdo de las melodías oscuras que teñían de gris mis noches de insomnio. Me acuerdo de mis dolores de cabeza, por la ingrata, por lo ingrato, por los ratos.  Me acuerdo de las noches de tanto alcohol que quedaba tirado, al costado de la cama, con ganas de vomitar.

Me acuerdo del desorden. De los ruidos que hacían las hojas cuando yo las pisaba pensando que algún día me iría lejos, bien lejos de ése lugar para viajar por el mundo. Me acuerdo de la primera vez que escuché el violoncello. La primera vez que la Música se convirtió en el epicentro de todas mis emociones. Me acuerdo.

Me acuerdo de cómo mis amigos y yo, formamos una relación, en base a todas esas cosas que sentíamos con algunas de las canciones que nos tocaba, a nosotros niños, oír. Era la primera vez que muchos estábamos siendo parte de ése movimiento artístico conocido por Rock. ¡El Rock! Esa pasión, ególatra si se quiere, de ser puro y libre. La libertad de ser. De saber. Sí, me acuerdo.  

 Me acuerdo de todos esos momentos lindos. Me acuerdo de cuando empecé éste blog. Era un día de lluvia.

Me gusta cómo suena esa guitarra. Voy a poner ésa canción, una vez más.

Amadeus,

viernes, 23 de noviembre de 2012

Música y la Frecuencia del Universo...





 Quizás sólo sea pensar correctamente. Quizás, sólo sea ver aquello que tenemos tan escondidos adentro, en nuestras almas.  No voy a hacer una apología del progreso espiritual. Ni tampoco tengo intenciones de hacer un análisis teórico sobre cómo debería ser vivida la vida. Simplemente, si me lo permiten, voy a contar una experiencia personal, recién ocurrida.

Desde hace unos dos años, aproximadamente, se me dio por empezar a meditar. Mejor dicho, se me dio gracias a un amigo personal que al verme muy mal, producto del stress y los avatares de la vida cotidiana, me aconsejó esta excelente técnica para refrescar un poco mi terrible estado de ánimo.

Desde que me inicié en el arte de la meditación, pude notar significativos cambios. Los más importantes, estuvieron relacionados al tema del dormir y la lucha contra un insomnio atroz que desde que tengo memoria, me viene afectando. Sin embargo, cuando practicaba meditación a diario, el problema del insomnio quedaba resuelto y, he de admitir, me sentía muchísimo mejor.

Hoy por hoy, para ahorrar espacio y el tiempo de ustedes - mis lectores (¿mis lectores?)-, la meditación se volvió un privilegio que a veces me doy. La verdad que, como toda disciplina, requiere de esfuerzo y un marco en dónde poder practicarse. Éste debería estar libre de malas energías  y, preferentemente, debería contarse con una cierta continuidad o periodicidad que acompañe a la disciplina. Si a todo esto se le puede sumar un deporte de bajo impacto o yoga, muchísimo mejor.

Yo ya no habito en dicho entorno. Con mi trabajo y en mi lugar de residencia, el poder meditar se me complica.  Es una de las cosas por las cuales, quizás, más ganas tengo de dejar Dubái y volver a tierra firme. Para volver, de una buena vez y con todo, a la meditación y al yoga.

Sin embargo, y he aquí la anécdota: hoy se medio por probar una meditación, cortita, casi insignificante. Se me ocurrió después de haber sido aconsejado por otro gran amigo sobre la afinación de la música en 432 MHZ. Al parecer, la música se afinaba, algún tiempo atrás, en ésta modalidad pero con el régimen Nazi esto cambió y pasó a ser en 440 MHZ.

Al parecer, la frecuencia del mundo es de 432 MHZ. Es una frecuencia que puede encontrarse en todos los en todos los organismos vivos del planeta y nosotros, por disidentes, por inconformes, ¿por violentos tal vez? hemos decidido cambiarla y abusar de dicha frecuencia aumentándola en 8 MHZ.

Solamente me voy a remitir al ejercicio que yo hice hoy y, si cuento con la suerte de tener algún lector leyendo éste artículo, entonces les aconsejo que lo hagan ustedes mismos.

Meditar, respirar, relajar: El mundo se está convirtiendo en un tremendo caos y a veces no se nos da por sentarnos un rato, cerrar los ojos y sólo respirar. Estamos muy apurados, todo el tiempo, en todo momento. El ritmo vertiginoso de vivir en la ciudad.

A mí me nace hacer todo lo contrario de lo que se hace normalmente. Quiero vivir más en paz, más conmigo mismo, menos en donde todos. Quiero vivir más sano, quiero hacer más bien que mal y quiero estar relajado.

Como reflexión final, si me sirve de algo a mí o quien sea… Quizás con la música en 432 MHZ encuentre una forma más mía de poder hacerlo.

Amadeus, 

jueves, 22 de noviembre de 2012

A vos, mi Buenos Aires...






¿Y por qué no habré de escribir hoy? Si total, el tango suena en la esquina de mi cuarto. ¿Por qué no habré de escribir hoy? Si el tango, es hoy, puño y letra del alcohol que tomé, durante toda mi noche. Yo estoy acá, vos estás allá. Buenos Aires, ¿Acaso te acordás de mí? Yo sí me acuerdo de vos, como el violín de Edmundo Rivero y en ése Alguien que le dice al Tango, y yo… acordándome. Yo, mejor dicho, recordándote.

¿Te acordás de mí, ciudad de Buenos Aires? Porque yo sí.
Buenos Aires, tan sola, tan mía, tan tuya. ¿Buenos Aires? ¿Qué tienen de buenos? ¿Te acordás de mí? Ciudad gris, que acá, en el desierto, ya no hay días nublados como los tuyos. Esos días de otoño en donde lo gris era tan denso que ni con aires de miel, podías endulzarte. ¿Buenos Aires? ¿Te acordás de mí? Porque yo sí.

¡Qué amarga desventura, mi cafetín, mi Buenos Aires! ¡Qué amargo los años, que hoy nos tienen lejos! Yo me acuerdo, cuando todavía eras limpia, cuando todavía eras joven. Cuando tu gente, estaba orgullosa de ser porteña. Yo te veía, te sentía. Iba a tus costas, sólo para poder respirarte. Tomar un café en tu centro, era para mí, todo lo que podía pedir. El tango, era sólo una excusa para amarte, tan sinceramente como lo hago.

Y , sin embargo, mi buenos aires. Mi… buenos… aires… ¿Qué es de nosotros dos? ¿Acaso, hoy, te acordás de mí? ¿Me olvidaste? ¿Ya no me tenés ahí, en tu memoria? ¡Si su amor fue flor de un día, por qué causa es siempre mía, ésta cruel preocupación! ¡Nostalgias….! ¡Sí, nostalgias! Mi Buenos Aires…

Gardel llora al evocarte. Yo sufro al recordarte. ¿Y qué importa ya? Si mi whisky está en el borde de la copa y pronto, pronto,  muy pronto, va a estar vacía. Como el alcohol que me acalora. Como el recuerdo, de una morocha con rulos, de una rubia con pelo llano, de una morocha con tatuajes, de una extranjera en suelo extranjero. ¿Qué me importa Buenos Aires? Si hoy no somos nada, ¿o me vas a decir que sí?

Buenos Aires, podría componerte los mil y un versos, hacer de tus esquinas, una rima, hacer de tu cielo, una poesía, hacer de tus calles, mi credo. ¿Y qué importa todo eso? Si ya no te acordás de mí. Lloro, caen mis lágrimas. No, que no es de borracho. Caen mis lágrimas, con ése bandoneón de Julio Sosa que nos habla, nos dice… tantas cosas. ¿Amor? ¿Qué es el Amor? Hablame, Buenos Aires, decime alguna cosa, por Dios te lo pido que acá yo me estoy muriendo.

Hará un año que hice éste blog, y todos mis comentarios, hablan de lo mismo, hablan de vos. Mi tierna Buenos Aires. Tengo un tanguero tatuado en la espalda, la gente me dice: ¿Por qué tenés a un ahorcado en tu espalda? Te ven, reposado frente al farol y piensan lo peor. Piensan que estás muerta, mi Buenos Aires. Mi ciudad… y yo que te extraño y te digo: no estás muerta.

¿Estoy borracho? Mejor dicho, estoy borracho. Dice Julio Sosa: ¡Yo me hice en tangos! Y se me da por pensar que yo me hice en tangos, porque el tango es macho. Porque el tango es fuerte. Tiene olor a mina, tiene gusto a muerte. Te amo, tango de mi alma. Te amo, tango de mi vida. Te amo, ciudad de Buenos Aires. Te quiero. Te llevo tan adentro que a veces me pregunto: ¿Qué hice yo para merecer todo esto?  ¿Por qué?

Yo viviría en cada uno de tus rinconcitos, sin tener que pedir permiso. Sin tener que pedirle prestado nada a nadie. Pero vos, ofuscada, oscura, inútil, inerte, no me das bolilla. Yo viviría al son del bandoneón, si tan sólo me dejaras, hacerte el amor con el tango. Hacer del amor, un tango, quizás sea lo más atinado.

Buenos Aires, me acuerdo de vos y se me caen las lágrimas. ¿Extranjero en mi propia ciudad? A mí no me vengan a hablar de nada de eso. Yo te vi un día, tan gloriosa, tan iluminada, tan mujer que dabas envidia, tan erótica que excitabas las almas de otros países. Yo te vi. Tango de mi buenos aires querido…

Mi buenos Aires…. 

viernes, 26 de octubre de 2012

La Canción del Caminante

Canción del caminante


Tengo que escribir. No sé si es tanta la tarea de comunicar. Pero estando en mi casa, viendo como las horas en esta ciudad desértica caen muertas a la vera de una noche que se pierde y un día que nunca se ganó, uno se pierde en las ganas y comienza a escribir. ¿Qué estoy buscando con esto de escribir? ¿Por qué no me siento a leer de una buena vez? No, son suficientes latas de cerveza las que tomé hoy, me sería imposible. Además, para sentarme a leer necesitaría de mis anteojos los que, por despecho creo yo, todavía no mandé hacer.

Situaciones complicadas las de subsistir. Hoy veía en una entrevista que uno debería ser, por sobre todas las cosas, una persona espiritual. Que no se entienda el ser espiritual, con ir a Misa todos los domingos. Esos espiritualoides, ya me tienen cansado. No. Me refiero, o se refería el entrevistado mejor dicho, a la acción que supone pasar tiempo con uno mismo. Entenderse. ¿Conocerse, tal vez? Situación incómoda algunas veces, porque yo les puedo advertir que, contrariamente a lo que pensaba hace algunos meses, hoy daría todo lo que tengo (quizá no mis instrumentos musicales) para poder pasar tiempo en afortunada y celebrada compañía. Como puede serlo, algún amigo o algún familiar. 

Vivir en este entorno tan tosco, tan oscuro, tan servicial, me da una tremenda pena. De esa que ya no puedo mucho más resistir. Es como si el desierto se me estuviera pegando en el Alma y junto con él, se están secando todas mis emociones. Me estoy convirtiendo en una persona nula,  lo que mi Corazón juró nunca entregarse. Veo los relatos fantásticos y veo también, esos episodios tan cómicos que figuran en los diarios contando lo mal que se está el mundo, harto de novedades, lleno de problemas. Seguimos con la misma historia desde hace no sé cuánto tiempo y a mí se me dio por preguntar, ¿cuánto más tengo que aguantar todo ésta estupidez?

¿Cuánta más ignorancia mayor la felicidad? No, tampoco creo eso y es hora de derribar ese fatídico mito. Es hora de entender que el Conocimiento, el Verdadero, se encuentra en la Acción Plena del hombre. Basta ya de suponer e intentar entender difíciles teorías, sumados a engorrosos teoremas sobre cómo debería funcionar una economía autosuficiente y bah... ¡Es hora de ser autosuficiente! Basta de esas torturadas excusas de: con esto no voy a conseguir trabajo, por eso estudio Abogacía. ¡Basta de Abogados! ¿Para qué queremos más? Sinceramente.

Hoy estoy más resuelto que nunca, tal vez, a luchar por mis sueños. Los oscuros, los débiles, los que están perdidos. Me da muchísimo miedo, no lo voy a ocultar. Mucho más, me invaden un montón de emociones. Y el hecho de tener que descartar algún que otro tiempo y entregarme a muchos sacrificios.

Pero es hora de encarnar, en Acción: en Cuerpo y Alma, el Amor más puro, sobre lo que siento y considero como vida. Como mí verdadera Vida. Escuchando una canción del grupo de Tyler, si, Aerosmith, escuché: Life's a journey not a destination. Me da la sensación, hoy por hoy, que tiene más lógica eso que cualquier otra cosa que haya leído en algún que otro libraco.

¿Pueda ser que el Amor puro es aquel a lo que uno se entrega por completo sin la menor intención de abandonarse en el camino? Yo tengo ganas de entregarme por completo y, de ahí en adelante, que los pasos sean guiados por el Amor, ya no por el interés.

¡Tal vez sea hora de que abra un poco más mi corazón y dé espacio al Amor!
¡Al verdadero! ¡Al único!

Amadeus, 

domingo, 21 de octubre de 2012

Canción Italiana



Mandolina: Canción de Pelagia

Veo mi Mandolina recostada sobre mi cama. Veo la guitarra, dada vuelta, después de haber sido usada un ratito. Veo como una botella de vino, 2010 Cabernet Sauvignon está casi terminada. Pienso en todas las cosas que hice hoy. Pongo música. Pienso en todo lo que hice ayer. Pienso en lo que dije ayer. Veo las cosas que hay tiradas en mi cuarto. Dos pares de medias de vaya uno a saber cuántos días... un paquete de Almendras, una caja de alfajores. Veo la botella con agua mineral que dejo al costado de mi cama, antes de irme a dormir porque a la noche me da mucha sed.

Pasan las horas. Pienso en lo que hice hoy, pienso en lo que hice ayer. Decido cambiar los puntos por comas para ver cuál es el impacto en la palabra escrita. Pienso a dónde fue que viajé hace unos días y me intriga saber a dónde viajaré mañana. Si tengo que compararme con un Amadeus de hace algunos meses atrás, diría que él no viajaba tanto como lo hago yo. Y, sin embargo, puede que esté harto de viajar.

Pienso en lo que escribí ayer. Pienso en lo que quería escribir hoy. Veo mi cuaderno con esas notas, pienso en las canciones que compuse, en las que canté sin tener letra, en las obras que toqué ayer, las que toqué hoy. Veo mi mandolina dada vuelta, en mi cama, descansando. "¿Tengo una mandolina?" pienso... me es difícil creer algunas cosas. Pienso.

Me acuerdo de lo que dije ayer, de lo que dije hoy, de adónde fui el otro día y sé a dónde voy a viajar mañana. Recuerdo como era el Amadeus de hace unos meses y sé, lo doy por contado, que éste Amadeus viaja mucho más que el anterior.

Me pongo feliz. Sé que viajo en unos días, sé a dónde voy a viajar. Viene mi hermano. Sé que lo voy a ver. Le dije a mi familia: nos vemos en diciembre. Me preguntaron por qué: les contesté "porque no sé cuándo los voy a volver a ver".

Pienso en lo que dije ayer, pienso en lo que digo hoy, pienso en lo que les voy a decir mañana cuando me pierda en el mar del fracaso incontrolado, autoinflingido. Me gusta pensar que mi destino es el de ser el Más Grande De Los Fracasos, y lo peor de todo es que me gusta la idea. Se me da por pensar, hoy que pensé, que ya no tengo ambiciones más que la de no ser ambicioso. O, tal vez, la de no tener mayor éxito que el de ser una persona sin éxito absoluto. Me gustaría, quizá, que se me recuerde como aquella alma viajera que un día se perdió en alguna ciudad, creo que de Europa y nunca más volvimos a saber de él. ¿Estará bien?

Pienso en lo que dije ayer, pienso en lo que dije hoy, pienso en lo que les diré mañana cuando desaparezca en lo que creo que será, alguna ciudad española. Se me da por pensar en la Libertad, en ser libres, en ser un completo fiasco. "Amadeus, seguí escribiendo que vas a llegar muy lejos... ¿nunca pensaste en ser escritor?" Ya no pienso en nada, mi querida amiga.

El otro día, pienso en lo que me dijeron ayer y en lo que me dijeron hoy, alguien me hizo notar que en cinco años tendremos 30. Pensé. ¿Tengo que pensar? ¿Qué hago en donde estoy? ¿Qué hago? ¿Dónde estoy? ¿Son dos preguntas?

A veces se me da por pensar, en lo que dije el día anterior, en lo que digo me digo en el presente, en lo que voy a decir mañana cuando de pronto desaparezca y tenga que explicar a mi familia que dasaparecí por mi propia salud. "Es que se te ve tan bien ahí en donde estás".

Si, puede ser. Pero pienso en lo que dije ayer, en lo que dije hoy... en lo que voy a decirles mañana a mi familia cuando desaparezca. Veo mi mandolina, dada vuelta encima del cuaderno con notas que tiene esas canciones que canté, las que inventé, las que compuse por componer. Las que se encierran en esa vieja idea de lo que fui, soy y seré.

Pienso en todo. Pienso, pienso y pienso otra vez. Y de pronto se me dio por creer que si no pensara más, todo sería más fácil.

Veo mi Mandolina, dada vuelta sobre mi cama, apoyada sobre el libro que tiene notas de esas canciones que canté, que canto y que cantaré.

Es hora de irse. ¿Qué les parece?

Amadeus,


martes, 25 de septiembre de 2012

¡Que bueno encontrarte!




¡Qué bueno encontrarte! Tiempo ha de que mis palabras no tienen destinatarios. No me tomes a mal, espero que no lo hagas, pero creo que mucho de lo que escribís hoy fue porque yo te lo enseñé. A veces, cuando todavía me dan cosquillas los días, me siento a leer alguna que otra cosilla tuya. Pero sólo en e-mails. Pensé que te habías perdido en la lista de un tal vez que tanto abundan en el mundo cybernético. Pero hoy, me creerás si te lo cuento, buscando entre sombras encontré que seguís escribiendo. ¡Y menos mal! Porque me ponía tremendamente mal pensar que no escribías más. ¡Solamente cambiaste la dirección! ¡Si supieras lo que pensé! Acciones nefastas del llamado de atención: pensé en escribirte un e-mail para ver si respondías. Aunque sabía que no lo ibas a hacer. ¡El orgullo, arma vil!

No me tomes a mal por lo que dije antes. Creo que ambos crecimos juntos, cuando de escribir se trata. Te cuento más, hoy estaba sentado pensando en algo para escribir. Y no pude escribir nada... pero en otras noticias: mandé una especie de idea de libro que está, en parte, inspirado en esas tardes que pasé consumido por el calor y porque apagaban la energía para ahorrar para el año que viene. 

¡Ah! ¡Pero hoy te encontré! Es como haberse encontrado con una cajita de recuerdos que se abre y adentro, está llena de palabras. Ahora escribir tiene sentido una vez más. A veces pienso que me escribo... pero otras, no te miento, creo que te escribo. ¿Qué pensas? ¿Seguís creyendo que escribo bien? No te confundas tampoco, no sos la Milena de Kafka ni la Beatriz de Dante. Tu rol, en esta historia, es más banal... o si querés, más vulgar. Vulgar no del latín vulgo... vulgar en lo que se refiere a cotidiano. Ya sabés como yo peleo por esa absurda armonía en las palabras. 

No te miento, minutos atrás, no tenía nada para escribir. Quedó todo en un borrador... y ahora... si me vieras ahora con la adrenalina de saber que te escribo tan sólo para que me leas... Bueno... ya no me lees más, pero por lo menos para responder. Siempre me gustó ser una especie de pseudo tutor que, aunque nunca te guió, por lo menos te criticó. ¡Sí! ¡Eso éramos! Criticones. ¿Me esperas que me pongo otro disco?

Me puse algo más nuestro: Brandi Carlile. No creo que te acuerdes. Pero yo si me acuerdo de Seru Girán... ¿Sabés que ahora me gusta, no? Sabés que ahora escucho a Sui Generis con placer. ¡No, te prometo que fueron sólo dos cervezas y no tienen nada que ver! Ay... la inspiración y las ganas de escribir, volvieron todas juntas. ¡Vos tenés dos elefantes! ¡Yo tengo dos guitarras! Una se llama Irene, que en griego significa Paz. Y la otra Sofía, que significa Sabiduría. Ninguna se llama como la otra... no ya no la pienso más a ella. 

Ah... pero ahora que te leo, me siento tan joven. Menos mal que seguís escribiendo. ¿Querés que te confiese algo? Me gusta como escribís. Está bien, deberías leer algo más Verdadero y dejar toda esa palabrería revolucionaria que tanto mal ha generado en la literatura. Sobre todo, en la latinoamericana. Pero si me leyeras, ahora mismo, seguramente dirías que soy un retrógrada de.... y agregarías alguna que otra palabrilla condenada por el google translate

¡Ah... pero qué joven! ¿Sabés que hago ahora para vivir?  Vivo para los Aeropuertos que me llevan de un lugar a otro. ¿Te acordás nuestro Aeropuerto? ¡Fue nuestro hogar por unas horas! Me acuerdo que me senté a cargarte música en el aparatito de la manzana... y casi te mato cuando me cancelaste la conexión porque tu ansiedad, esa constante ansiedad, puso fin a la sincronización. Ah... es que vos sos tigre y yo soy conejo. ... ¿O eras Búfalo?... 

¡Qué bueno encontrarte! Ojalá me leas, ojalá porque por lo menos significaría que triunfó la literatura. Si yo no te respondí como se debe, y aquí creo que deberías saber que mi orgullo quedó en la calle Av. Velez Sarsfield y no lo traje conmigo,  es porque pensé que no escribías más. Así pues, si me lees, respondé carajo - como se debe. 

Tengo un cuento que termina: ... (SIC) "y... en la mesa, la fascinación de las palabras". Eso me lo regalaste vos.  Aunque no me lo creas, no me lo vas a creer, serías la única crítica a la que le daría mi libro a leer. Los demás, me suenan muy convencionales para que me lean. Muy. 

Ya no escribo como antes, lo sé. Antes, las formas tenían sentimientos, mientras que ahora, son las palabras las que hablan y ya no esa vorágine de cosas adentro. Sé que vos seguís teniendo dos elefantes y que los contenidos se entienden por otras partes. Sé que vos seguís pensando que sos una estrella de la modernidad, incomprendida tal vez, pero con una pierna más corta que la otra que marca, en sí marca, la diferencia para con el resto. 

Yo me corté el pelo. Me compré una guitarra y pensé en cantar. Caminé en Madrid, y creo que te pensé. Pero seguí caminando, tomé café. Me levanté y caminé un poco más. El problema de la vida, hoy por hoy, es que todo se mide en horas y lo que son horas, se traducen a kilómetros. Lo que no son kilómetros se vuelven mares que separan continentes y lo que no cierra de los continentes es que están gobernados por personajes nefastos. ¿Seguís viviendo en la misma callecita o la independencia marcó otra vez, tu destino? Uf, el complejo de Electra en vos, fue más fuerte que cualquier otra cosa que pudo haber enfrentado tu amigo Freud. Yo no creo en esas cosas. 

Mirá cómo pasan los párrafos. Pasan las palabras, pasan. Pasan las horas, pasan. Pasan los noctámbulos. Yo tomé sólo dos latitas de cerveza. Nada más. Ahora me afeito por mi trabajo. Pero cuando la vida me deja, me siento con Sofía a debatir sobre el principio del Bien y por qué Plotino habla sobre lo Bello. Cuando entiendo un poco más, me siento un poco más. Pero, por lo general, miro por la ventana y pienso en las mismas cosas: el Amor, la Libertad, la Vida.  Con la salvedad que hoy soy más libre que ayer, o menos dependiente. 

La soledad me gusta. Me enteré, por ahí, que es algo que me hace falta. Es algo que necesito (estoy tan emocionado respondiéndote que los dedos se mueven solitos y eso que yo no uso diminutivos para escribir) para sentirme más yo. ¿Soy un egoísta? ¿Soy una persona endemoniada? Vos creerías que en realidad, soy el ombligo del mundo.... Y yo te respondería: ponele que no. 

Y quizás sea eso... ponele que no. Pero me hace bien saber que estoy bien. Aunque me hace bien saber que estás bien. Seguí escribiendo. Me alegra tanto, tantísimo. Es saber que cuento con mi villano para combatir el mundo. Vos, con la bandera de García Marquez... yo con la de Goethe. ¿Quién vencerá? Palabras, sólo son palabras. Ya sé que no me lees y no me vas a responder...  a mí me gusta jugar a escribir. Aquí, en Dubái, tuve la patética situación de gente que me quiso leer y, peor aún, interpretar. Yo los saqué a escobazos. 

Te escribo más adelante. Gracias por leerme. 


Amadeus,

Pd: me voy a seguir leyéndote. 

jueves, 13 de septiembre de 2012

A Baco, parte II



Al dios Baco (pulse aquí)



Con la simpleza de la infinitud de Dios, nos dedicamos a confundirnos en los márgenes del deber y el existir. ¿Qué empiezan las campanas? ¿Qué se encienden los coros? Somos el hombre pneuma del que habla Plotino, tras la caída, siempre en búsqueda de la felicidad. Del dichoso futuro que nos tenga, por costumbre, la reserva ideal del porvenir provechoso. Nos espantan las ideas que innovan y no entendemos que éstas, son más que la copia del pasado vulgar que traer por buenas nuevas, las viejas ideas del mundo.

Tal como prometí, después de esa apertura tan altiva y llena de eufemismos, me siento a escribir en honor a aquel dios de la antigüedad que tantas fortunas nos ha traído. Una lástima que en el pilar de lo que hoy se considera bueno, éste dios, haya quedado tan al margen. Sobre todo, después de haber sido elevado por el mismísimo Jesucristo. Es decir, que no sólo en la Era antigua, el dios milagroso triunfaba por sobre los demás, siendo a su vez, conductor de Almas, sino que en la Modernidad, en nuestra Era, fue elevado a la categoría de Sustancia Divina y es hoy, provecho de nosotros los Cristianos, la sangre del Redentor que en esgrima del triunfo Divino, nos une y eleva.

¿En dónde quedaron los viejos versos de los Sabios Griegos que entre tanta sabiduría nos llenaban de Ideas Bellas y hacían de este presente, un todo perfectamente redondo en donde la dicha ser Bienaventurado nos era para todos igual siempre y cuando apostáramos al Bien Supremo y al círculo milagroso de la Eternidad?

Dicen que Plotino se hizo filósofo después de vagar por muchos años y, quizás, de haber leído a San Agustín... ¿quién sabe? Homero, que hoy anda escondido en el País de los Inmortales, sabrá quizá, la respuesta más verdadera de la Caída de los Atlantes. Mientras tanto nosotros, los Mortales, vagamos en la inmensa estepa amarilla del desierto de la ficción y no encontramos un segundo de calma para relajar nuestros músculos y nuestras extremidades, tan llenas de presión, en el vulgar presente de lo cotidiano.

¿En dónde queda, pues, ese dios benéfico, milagroso, conductor de Almas, que antes nos guiaba y nos consumaba dándonos en Gracia, la suerte de ser parte del Fermento Divino y sangre de la Sangre Divina? Al dios Baco le hablo, el hacedor del Vino, del Fermento Sagrado, de la Uva Universal en la Simpleza misma que rige la Tranquilidad del Universo Redondo y Perfecto.

¡Ay, mi querido Baco, si sabrán ellos, los impíos, la buena fortuna de quien te bebe! ¡Sabrán ellos, los bárbaros con los que hoy convivo en el desierto cruel, que es tu sangre, elemento fortuito y sagrado que nos lleva a la misma iluminación de la Simpleza más simple de todas las Simplezas! ¡Dios!

La fortuna del Amor imperecedero, de la Eternidad eterna en el ciclo cósmico de las Fuerzas Intrínsecas del Universo. El Amor Universal, generadora de la Sustancia Prima, del instante primero de nuestra Creación. Círculo perfecto, la más simple Forma, en donde el tiempo se vuelve ciclo y, como dijo Pascal: "El Universo es una Esfera infinita cuyo centro está en todas partes y la Circunferencia en Ninguna". Las comillas y las mayúsculas, son mías. 

Con ello pues, Baco, dios elevado a Sustancia, Sustancia elevada a Categoría, Categoría elevada a Realidad, Realidad elevada a Eternidad: ilumina las vulgares miradas de nosotros, los fracasados mortales que no supimos ver, en el Crimen de Prometeo, la desventura del origen de nuestros males. ¿Será que Zeus todavía no nos ha perdonado y nos sigue enviando, desde la Caja de Pandora, todos los pesares del mundo?

Hoy tuve un instante de tranquilidad. Fue tan simple que me hizo comprender, aunque con cierta altanería de mi parte, la infinitud de la simpleza. Lo sentí después de haber leído a Borges, autor que no paro de leer y releer. Es él, mentor de mis palabras, quizá. Es él, autor de mis palabras... ¿muy exagerado de mi parte? Yo creo que él se reiría, sin dudas, pero no lo negaría. 

El tiempo, su más pesado problema. Hoy me sentí infinito. Hoy me sentí alagado. Hoy me sentí tranquilo. 
Baco... Ayer te prometí dedicarte unas palabras y helas aquí, dios alado y redentor de nosotros, las almas desventuradas. 

Al infinito de la Simpleza: ¡A eso voy, gracias mí querido Mentor!

Amadeus, 

viernes, 7 de septiembre de 2012

Receta de la Felicidad

La Canción de los Buenos Borrachos (Pulse Aquí)



Bueno, claro: la receta es bien simple si se tiene los ingredientes. ¿Cómo escribir una receta que contenga las claves de la felicidad? Intentemos, de a poco, tratar de encontrarla juntos. De esa forma, quizás podamos hacer de nuestra experiencia un deleite transmisible para las generaciones postreras que sé muy bien, están allí, a la espera de una clave para resolver los misterios del universo. 

Paso número uno: Una buena cerveza. 

El alcohol resulta elemental a la hora de contrariar a las adversidades de la cotidianeidad. No voy a explayarme en eso de los dioses griegos tan admirados por mí y tantísimas otras personas muchísimo más importantes que este mediocre escritor. La cerveza no sólo relaja a nivel muscular, si no que a su vez, es buena para bajar un poco los cambios del acelere diario que de a ratos nos da en este mundo hostil siempre en búsqueda de problemas. "Somos máquinas generadoras de problemas", me dijeron el otro día en una experiencia de vida.

Si la cerveza no está a la orden del día cosa que en países del medio oriente puede ser bastante común y para nada extraño, se puede hacer uso de las facultades de las uva. Quizás el proceso de la trasmutación del agua en vino sea un poco más complejo y haga falta la Mano de la Divinidad. No obstante, y para los obstinados de la realidad bruta y sin codificar, el vino es de por sí un fermento sagrado que le dio en rigor, el honor de ser parte de los dioses del Olimpo y, así mismo, conductor de las almas. 

Por último,  en caso de que las dos primeras elecciones no se encuentren disponibles por lo insensible de las Almas, siempre se puede hacer uso de algún elixir druídico como lo es el Whisky o ya sabrán ustedes qué otra cosa.

Paso número dos: Música. 

Aquí es muy importante resaltar que el arte de las Musas puestas en práctica en ese formato de notación musical tan bien descripto por Pitágoras, que no sólo se debe oir (ya que están aquellos que sostienen que las sociedades antiguas eran Ex-Audit, mientras que las modernas son Ex-Visu) si no que también resulta de elemental necesidad, poder hacer música. Para ello, aconsejo cualquier instrumento de cuerdas. Los hay de muchísimas categorías y, siempre que estos resulten un poco difícil de arrancar, siempre se puede pasar a los vientos que ofrecen de forma melódica (y ya no armónica) una forma un poco más sintética pero igual de compleja que su heramana, las cuerdas. Los ritmos pueden ser muy llamativos... Pero les aseguro que tener en vista los complejos tintes que puede dar un FA sostenido mayor, son realmente únicos en su especie. 

En lo que refiere a la del melómano, siempre se puede emprender un viaje místico por los diferentes autores e intérpretes que a lo largo de los siglos de historias nos han deleitado con tanto furor y tan maña astucia. Es importante resaltar que son ellos mismos co-autores de los órdenes universales que rigen la Paz del Universo en esa perfecta armonía Plotiniana.

Quiero aclarar, como última parte de este sub-segmento, que la música es muy linda para acompañarla con alcohol. De hecho, si existiera entre mis lectores (que se cuentan con una mano, pero que me quiten lo bailao') algún poeta, sería muy bueno que escribiese alguna cosa que hable de este magnífico amorío entre ambos elementos.

Paso número tres: El Amor. 

Este magnífico sentimiento, no sólo nos llena de bien y buen olor a todo lo que le rodea, si no que, por encima de todas las cosas: nos permite luchar contra todas esas cosas que tanto tememos y que tantas dudas nos causan. 

Cuando nos sentimos tan fatigados de la vida, tan abrumados y tan absolutamente solos como puede ocurrir si vivís en el Medio Oriente (región de los desolados), éste sentimiento resulta elemental a la hora de combatir todas esas emociones tan adversas y negativas que pueden generarte los montones de arena que rodean las ventanas o los vastos edificios plateados que a la luz del sol se convierten en una especie de monstruo impersonal y vengativo, dándote la sensación de encierro.

A su vez, el Amor, se lo puede asociar, muy rápidamente, con el buen humor que por lo general, genera ecos positivos entre aquellos que lo comparten. El humor es un elemento fundamental que sólo puede surgir cuando se comparte con alguien. "Ya no los llamo mis siervos, sino más bien, mis amigos" dijo el Salvador a horas de ser entregado en el Huerto que hacen llamar de los Olivos. 

Ya verán, compatriotas y exorbitados lectores, que cuando uno tiene Amor en las venas, el mundo de repente, se vuelve en una magia que circunda e inunda las Almas de aquellos que están entre nosotros. Y por eso que Amar nos hace tan bien. ¿O acaso no han notado, curiosos lectores, los beneficios que nos traen esos chicos, bebes, tan llenos de amor y de energía que con una sonrisa nos dulcifican hasta lo más profundo? Pues bien, ese es el Amor del cual estoy hablando, tan alejado del beneficio personal, y tan libre pensante que se vuelve diáfano y simple. Es como el viento que cruza entre nuestros dedos. Así de inaprensible es el verdadero Amor.

Para practicarlo, cosa difícil, sugiero que empecemos con Amar a todo lo que nos rodea. Sentir esa energía tan adentro que nada, pero nada, nos haga sentir lo contrario. Querer a los nuestros, a los otros. Practicar con los padres y hermanos. Amar muy profundamente a los amigos. Amar hasta lo más hondo, al planeta, a las plantas y los árboles. Amar hasta desgarrarnos a nuestras parejas. Amar hasta la muerte a nuestros hijos. 

Cordialmente, 

Amadeus, 

martes, 21 de agosto de 2012

Sinfonía de la desesperación

Kyrie Eleison.


Suenan esos acordes estruendosos del Requiem de Mozart, hoy un día después de haber puesto fin (de manera casi irreversible) a lo que considero mi primer "libro". Es muy osado hablar de ello. Sería una pena decir semejante pompa, más cuando las notas tridentes de un Requiem me hacen pensar en todo aquello contra lo que luché a la hora de escribirlo.

Creo que lo escribí sobre el mismo material con el que lo empecé hace unos cuantos años ya. Necesitaba cerrarlo, y no me han de creer, escribirlo y corregirlo fue un proceso largo, duro y nervioso. Mientras releía algunos de los textos escritos, podía sentir esa misma angustia, ese mismo odio, esa misma desesperación que tanto sentí en aquel tiempo. Y hoy, sin embargo, me siento tan poco angustiado, más libre. Dispuesto hacer de mi todo algo más coherente. Sé que quizás esta no sea la forma más armónica de la coherencia. No obstante, me veo en la obligación de afirmar que este post es hoy, motivo de alegría. 

Escribir te lleva a estados y, para recurrir a ellos, el escritor, tiene que ceder a mucho de su personalidad. Tiene que ponerse en papel, como el actor, como el músico que, a la hora de interpretar su obra, hace muecas, gestos, grita, desespera, todo y más, para darle al espectador la fascinación de las palabras... o del momento.

Yo me puse en papel, me puse en rol y haberlo dejado a Fausto que haga de las suyas conmigo por tanto tiempo, fue un proceso doloroso. No voy a hablar como quien tiene un nieto y ve el tiempo como a un hermano lejano que hace años vive separado de la familia. No, sería hipócrita de mi parte. Pero sí he de admitir que hoy me levanté con un peso menos en la consciencia. Creo que se debe a la  imposibilidad, o tara, mental que uno se pone a la hora de emprender semejante empresa. Todos esos "por qué", todos esos miedos. 

Yo ya no estoy para algunas cosas. Mis motivos pueden ser un poco más claro o, por el contrario, más difusos... pero aún así, adentro mío, lo que quiero se me presenta más diáfano y mi futuro es hoy, más mío que nunca. Un primer paso, para cualquier acción en la vida, es enfrentar con lucha armada, esas cadenas opresivas del "no puedo". Otro, ser paciente. Siento que dejé ir un pedazo de mí que, hacía tiempo, estaba ahí... atado un poco a mí, tirándome despacito hacia el borde de lo inagotable. 

¿Sinfonía de la desesperación? ¿Tendré que admitir lo que adentro me avergüenza? ¿He de decir que me llevé a los límites más absurdos de la desesperación para poder terminar lo que necesitaba terminar? ¿Tendré que confesar que hice cosas atroces y hasta nefastas? Quizás sea necesario... Por lo menos que quede aquí el registro, si no para los otros, por lo menos para los míos que vivir es una acción consecutiva en donde todo lo que una vez decimos o deseamos de nosotros, nos persigue como el Cuervo de Poe, hasta nuestros últimos días. O bien terminas lo que empezas o, pronto, decidite a morir en el intento porque si no, el sentimiento de lo mediocre te acompañará como una niebla oscura por el abismo de los días que separan el hoy, del último respiro. 

Me acuerdo cuando era más chico y leía a Fausto... Fausto, Werther, Fausto, Werther, Fausto, Werther... Goethe, ¡él fue quien me inspiró desde lo más profundo! Él y ese desgaste constante de lo absurdo, de vivir el sentimiento de la forma más plena, quizás, hasta agotar toda posibilidad de la lógica... No por el hecho de querer demostrar ser el mismo, un poeta... no. Sus intenciones eran las de probar el Temple del hombre.... ¿Hasta qué punto estamos dispuesto a seguir por nuestras ideas, nuestras metas, nuestros deseos? 

Y me acuerdo también, de Don Miguel de Unamuno y su Nivola: "Agusto se levantó una mañana dispuesto a pasar un día a gusto." Él, en su forma, con su Agusto, con su Nivola, probó los límites del hombre. Quizás en una forma más latina que anglosajona, pero forma al fin. Fueron ellos quienes me inspiraron, desde lo más profundo, a Amar profundamente, hasta el borde de la locura, actuar, de la forma más apasionada y jugar al artista hasta sus últimas consecuencias. Me acuerdo un día, sentado en una plaza, ahí por donde yo vivía cuando vivía, pensando: "el día que yo cumpla edad suficiente, voy a tener historias para contar".

Me llevó mucho tiempo escribir alguna cosa que me resultara digna de querer publicar. No sé bien cuál es el destino de lo que escribo pero se me da por pensar que el futuro, aunque no brillante al menos puede ser futuro ¿Y no es ello suficiente para seguir intentando o mejor aún, seguir escribiendo? Sí. Lo es. 

Tengo nuevas metas ahora, sobre todo con mi pasión primera: escribir. Tengo nuevas metas con todo lo que tengo para esta vida. ¿Y la desesperación? ¿De dónde nos viene? ¿Dónde queda?

La desesperación fue la suerte de ser adolescente. La suerte haber amado profundamente. La suerte de haber dado lo mejor de mí y lo peor de mí: todo por el simple hecho de querer experimentar... ¿Qué me queda ahora? Ahora me queda lo otro, lo mejor: volver a planear, volver a escribir, volver a descubrir. 

Amadeus, 

PD: Adiós mi querido Fausto. 

lunes, 20 de agosto de 2012

El ridículo de vuelta





¿Qué te convierte en escritor? ¿Qué hace de tu vida una acción? Tenemos tantos nombres para llamarnos y gritarnos, tantas voces para escondernos y, de repente, lo que uno quizás quiere es el más mínimo de todos los silencios. Como los que haces en la música. Los silencios propios de quien no tiene nada para decir por el momento porque hablar, supone muchísimo.

Pero somos trenes descarrilados, yendo rumbo al fracaso: empezamos el partido perdiendo. Y hoy quiero escribir, mientras intento terminar mi boceto de libro que, espero, me lleve a un nuevo horizonte, en un nuevo continente, en una nueva ciudad. Estoy un poco harto de la parálisis que produce la arena en el desierto, creo que los edificios son muy altos acá y están tapándome todo el sol. Yo quiero sol.

Espero que no vengan las voces tridentes del "te lo dije" o que nadie confunda la aversión con el deseo. Si, esas inconstantes ganas de tener razón, me da un poco de nostalgia pero...¡cuánta pesadumbre también!

Me hace acordar a cuando escribía antes, ¡y si quiero acordarme e intento hacerlo, me es imposible! ¿Qué será de las letras que se nos esconden tanto? ¿Qué será de la Paz que nos duele siempre? Me encontré diciendo en mi último e-mail (intento fútil de hacer algo de sentido con mi vida) "el mundo es una jaula". Me dolió encontrarme con una realidad tan lastimosamente aceptada, y yo peleando por ideas nefastas que incluyen: La Paz, el Amor y la Solidaridad.

Leo las noticias del mundo, las que verdaderamente duelen y me siento un privilegiado pero cuando pienso en los socorros que este mundo necesita y me veo en las redes disconformes de la Comodidad me siento un mentiroso, un vil manipulador.

¿La mentira? ¿Es lo mismo que los gustos? ¿Qué es mentir? ¡Arriba esas manos burlonas que andan gritando ecos de querer estar solos! Arriba esas garras idiotas del: 'haber cómo llamo la atención'. Vamos al grano, vamos al universo. ¡Ahora estamos en Marte! ¿O era martes? ¡Ah, veo a un Amadeus que viene corriendo y está decidido a golpearse la cabeza contra la pared! ¡Sé lo que va a doler!

Uf... bueno, bueno, bueno, bueno... bueno, el tambor hace tum tum, tum tum, parece un corazón que explota en la las latas de cerveza que se cuentan al costado de un monitor manchado pero tan lleno de cariño. Los recuerdos de ayer son: alcohol, alcohol, alcohol. ¿Esa estúpida manía de beber? Puede ser, a falta de otras cosas. Me imaginé corriendo hasta el más oscuro y nítido de los Vacíos: "El Vacío en sí mismo, es forma" dicen los Sabios Zen, ¿qué es Zen? Me preguntaron en mi último viaje. 

Sienta bien leer, aclarar, correr y distraerse. Sienta bien hacer el mal cuando el mal es el bien que hace falta para que todo se re-establezca. Quizás la Piedad Cristiana, tiene su centro en ése universo. A mí me gusta creer mucho la fascinación de Plotino, contemplando al Bien como un alejamiento del Mal. Pero estamos muy lleno de mentiras como para creer hoy en algo. ¡Yo quiero creer en mis alpargatas y mi mochilita casera que hace la suerte de cajón de idioteces!

Leímos a Borges y algunos tuvieron la mala suerte de leerme a mí. Lean más Borges, léanme menos a mí. Nunca tuve tanto para decir y, sin embargo, el "Yo" conmigo,  es permanente. "Mis cuentos, no tienen personajes" osó decir... claro, porque todo es "Yo". A mí me gustaba la idea de ser nosotros y puede que por eso me perdí. ¿Me perdí? A mí gusta la idea del plural. Siempre extraño a mis amigos, siempre extraño a mi familia, siempre extraño a los míos. Y, cuando estoy de viaje y el tambor suena bum bum, bum bum, pienso en mis guitarras que solas esperan hasta que yo vuelva para volver a desafinar entre sonidos burlones y los recuerdos de una risa. 

Hoy es feriado en la Argentina, y las almas se juntan a hacer descabelladas comilonas... Me acuerdo de los míos, me acuerdo de mi familia y me acuerdo de mis amigos. Los llevo siempre, a todos, tan permanentemente presentes que me es difícil no verlos con mis ojos abiertos. "Me fui 26 días a mi casa, no podía soportar quedarme en el desierto y, cuando estaba pidiéndome las vacaciones, estaba muy triste", ¿Cómo? Respondí: ¿Y con los otros meses que te quedan del año, qué tenés pensado hacer? Ahí es cuando te das cuenta de las diferencias irreductibles del absurdo:

El absurdo: Vuelvo a poner los dos puntos pero quiero empezar escribiendo en mayúsculas. La libertad es aquello que nos moviliza a amar sin necesidad de poner un freno. Yo, en el desierto (vuelvo con la partícula Y-O ,construcción armoniosa como la de los átomos que forman moléculas), tengo restricciones morales, esquivas, personales y emocionales, ¿puedo amar libremente? 

Qué será de todo eso que todavía no sé, ¡de esos excitantes lugares del Mundo que, al parecer, a otros llaman! ¿Qué será de la palangana cultural que hace el ridículo en los cinco continentes? Mis metas se reducen a deseos, y los deseos se tornan desesperantes. El año pasado no tenía expectativas con mi vida, pero este año, volvieron todas juntas. El tiempo se hace años, el año se hace pesado. Este iba a ser un gran año, lo dijo mi Astróloga China, la que escribe libros todos los años y canta en todas las lenguas. Ella siempre habla de las liebres esto, la liebres esto otro. 

Dejemos de dejar. Acordémonos de empezar. ¿Volvamos a intentar? No sé nada de todo eso, hoy no sé nada de nada. Sólo sé que Radiohead parece una buena opción para pasar el momento y descargar la plaga que supone escribir y el ridículo de vuelta... el ridículo de vuelta... el ridículo de vuelta... el ridículo de vuelta... el ridículo de vuelta... el ridículo de vuelta... el ridículo de vuelta... el ridículo de vuelta...

Hoy quiero tomar café, mirando a mis perros correr al lado mío mientras la guitarra está apoyada en el pasto, cerca de mi silla verde. La que siempre usaba para mirar el aterdecer.

Amadeus, 

lunes, 23 de julio de 2012

Dejarlo todo y volver a andar


Horas de la tarde (pulse aquí)


Con aire de canción, me siento a escribir. Un poco de penas, quizás... el recuerdo de ser nostálgico, me atrapó. ¡Ah, me acuerdo de cuando escribía poesía a cada rato! O cuando me sentaba, en esas tardecitas tan mías, con mi banquito verde en el medio del jardín de mi casa. Me gustaba porque ahí, entre medio de la copa de dos de los árboles más altos que tengo en casa, se podía ver la puesta del sol.

El atardecer, en ese banquito verde, hecho de madera, viejo ya, muy viejo y medio podrido, era de lo más lindo. Los colores de la tarde a mí, siempre me han fascinado. Para mí la gente no se da cuenta de lo linda que es la tarde. Los tonos naranja, rojizo y azul, mezclados con el verde y el marrón de la naturaleza... si empiezo a recordar ahora mismo, siento las lágrimas bajando por mis mejillas.

Uno va creciendo y, cuando lo hace, se olvida de todas esas cosas que a uno lo hacen ser un chico, lleno de magia, feliz y contento. Claro, madurar dicen, es parte de la vida. Me acuerdo cuando era chico y jugaba entre las hojas del otoño, mi estación preferida y con los árboles. El árbol era un barco y las hojas del otoño, eran mis peces que yo pescaba para comer. ¡En ése entonces, estaba recorriendo el mundo! Mi sueño.

Siempre me gustó la de los Piratas que viajan a tierras vírgenes a conocer y enfrentar lo desconocido. Siempre me gustó ése espíritu aventurero y se me da por creer que, de haber sido yo, uno de esos intrépidos de antaño, hubiera salido también en mi barco a recorrer las nuevas costas, el nuevo mundo.

Ese fui yo. Siempre pensando en el pasado. Siempre pensando en qué época fue mejor y maldiciendo a la Modernidad por haberme encerrado en estas calles, en este mundo, en este cielo nuevo. De repente, uno empieza a leer a Borges. Lee a los viejos poetas, lee a los nuevos y ya no encuentra diferencia. Pero uno lee a Borges y , el recuerdo, la eternidad y el tiempo se convierte en un problema resuelto. Porque sé muy bien que él estaba obsesionado con los mismos temas que yo y mucho más aún: el estaba obsesionado con el tiempo.

Ya no se me da por pensar tanto en qué época debería haber vivido y, sin embargo, me atajo a aquellas cosas que alguna vez me hicieron ser chico y feliz: sobre todo, en los colores de la tarde, en otoño. ¿Será por eso que cada vez que viajo a alguna nueva ciudad, me enriedo hasta que se hace de noche, por las callecitas de cada una de mis nuevas ciudades?

El mundo se me achicó tanto ahora, el presente, me es un día aquí, dos días allá, tres en la vuelta y un poco de horas en este aeropuerto. Es un lindo trabajo, no les voy a mentir. Pero de repente, uno se convierte en chico de vuelta y todos esos sueños vuelven a ser juegos. Y el juego, según dijo Cortázar, es lo más importante para el hombre. El ocio fue siempre el motor de la creatividad y después, de la actividad. Eso lo digo yo... y quién quiera.

Hoy miro por mi ventana. Me siento un poco más refinado que antes. Ahora tomo whiskys de mejor calidad y vinos un poco más elaborados. Y cuando tomo el té, lo hago con galletitas danesas que son mis preferidas. Y, sin embargo, la realidad me sale por los poros y el deseo ardiente de conseguir un poco de estabilidad emocional, aflora a piel viva.

El pasado, ya no me atormenta. Sin embargo, contrario a lo que algunos creen, la ley de los opuestos volvió a atacar y se me dio por pensar en el futuro. Ya no quiero pensar tanto en eso. Y como dice una canción que escribí hoy, dejarlo todo y volver a andar.

Andar, andar, andar. Dejarlo todo y volver a andar. Hacia el infinito, hacia lo desconocido. No más pruebas al tiempo.  Me gusta estar en donde estoy ahora, me refiero al tiempo. Detesto Dubái. Y cada vez que se me dio de ir a uno de esos lugarcitos europeos tan lindos, tan íntimos, tan llenos de historia, mi corazón explotó de emoción. Ahora, estoy buscando un nuevo rinconcito en el mundo. Estoy componiendo mucho y me gusta hacerlo. Trato de no sentir odio. No. Quiero sentir el amor, salir por mis poros. Canto con un poco más de aliento, eso me gusta.

¿Es el futuro de lo incierto lo que me motiva o es aquello lo que acusa mis horas de ser sonámbulas? Quizás, las palabras, o el recuerdo de las palabras o las acciones hechas palabras.... no, no... quizás sólo sea dar un salto de fe. Yo siempre fui impulsivo. Necesité un poco de pared para poder frenar. Me di golpes duros. Ya sé cómo frenar, de a poco, mis impulsos. Sin embargo, voy a hacer caso mi instinto y arriesgar el todo por el todo porque de corazón sé que de acá a un año, mi situación va a cambiar. Yo no voy a hacer el mismo, no voy a querer lo mismo, no voy a buscar lo mismo pero, aún así con el todo del todo, las tardes van a seguir siendo mis momentos preferidos del día y cuando vea esa tarde roja, naranja, con azul y la mezcla de verde con el marrón de la naturaleza, sé que voy a ser feliz una vez más. Como quizás lo soy ahora o lo fui hace un rato. Como quizás se me da por estarlo mañana o el día que viene cuando vuelva a salir de Dubái para un nuevo destino, un nuevo lugar.

Una nueva oportunidad para dejarlo todo y volver a andar. Como ese día en Córdoba, cuando con mis alpargatas ya gastadas, decidí dejarlo todo y volver a andar. Esta vez, sin meter a nadie en el medio.

Amadeus,

jueves, 19 de julio de 2012

Ah, te vi entre las luces.


Ah, te vi entre las luces



Hoy me siento a escribir, para contar un poco por dónde viene la mano ya que son muchos los comentarios, pocas las ganas y demasiadas las horas. ¿Podríamos ir un poco más al grano? Me acuerdo cuando escribir era cuestión de hacer que las letreas se pelearan una contra las otras. Hoy, todo cobra un nuevo sentido. Un nuevo y perfecto sentido. ¿Vos me seguís leyendo? Creéme, estoy seguro que sí.

Sin embargo, acá estoy. Ayer quebré las reglas del juego. Si, ese patético control mental que intenta meterme de adentro ya no lo soporté más. Y al verde me fui para caminar sin cesar en Cophenagen. Sí, y mientras todos me creían fácil, yo me hice el difícil y en la más completa de las soledades, te fui a recorrer. Hoy, es la luz de mi vela y no de tu foquito de luz, luz tan artificial y desinteresada que a veces me alumbra cuando leo. Pero no, hoy es mi vela. Y escribo a la luz de mi vela. ¡Hoy quebré todas las reglas! Hoy no te tengo miedo, sistema maldito, devorador de sueños. Meticuloso, harapiento, harto molesto, siempre en búsqueda de la consumación del producto. ¡Si, sabés muy bien de lo que hablo! Asco me das.

Hoy ya no te tengo miedo. Y escribo esto a modo de triunfo porque mi alma está feliz y contenta. Mi guitarra está apoyada en mi cama y yo, estoy un paso más cerca de la libertad. Mis dedos se  mueven de contentos a la hora de escribir esto, casi como si estuviera tocando el piano... si el piano con la música de la libertad. La música de la expresión libre y para nada sintética. ¡Ya no me asustas más! No. Hoy entendí cómo es que funciona todo... si.

Música, Musas, vengan, vengan, reúnanse todas juntas, acá, en frente mío que tengo algo que deciros: si, a todas las llamo en Honor al dios Baco que bien espera su vuelta a este insípido mundo. ¡Todas, todas, vengan, juntas! Riendo las veo, dando vueltas y vueltas... es tan emocionante que me hacen llorar. ¡Ay... son tan perfectas! Ahí están, siempre estuvieron ahí, en la sombra que proyecta la luz de mi vela ... No escondidas en la fanática luz artificial, esa inmunda que a veces me alumbra cuando leo. ¡Ahí las veo!

Ya no te tengo miedo, sistema mediocre, lleno de falsas ilusiones que esconden días y horas, que encierran sueños y metas, que aparta familias, que esconde personalidades que encierra a los amigos y deja libre al enemigo. No, no ya no te tengo miedo. ¿Acaso creías que iba a dejar consumirme adentro tuyo como un cigarrillo mal apagado al costado del cenicero de vidrio que entre las cenizas se consume y se consume hasta llegar al falso filtro de plástico? No, no. No llegaste a acabarme. ¡Ya te entendí, sistema absurdo y ahora no podés encerrarme! Ah, no. Claro que no.

Me voy a la tierra de la Libertad, bien adentro de mi alma... bien, bien adentro, en donde alumbra mi corazón, en donde la música se junta con las Musas que juntas vienen bailando... ahí están, las veo ahora mismo, con la sombra que proyecta la luz de mi vela. Si, todas están ahí, esperándome. En la sombra que proyecta la luz de mi vela, no bajo la falsa luz del foquito de la lámpara al costado de mi cama prestada, noooooooo, claro que no. ¡Ahí-las-veo-a-las-Musas! Todas juntas.

Harapientas quedaron mis esperanzas, harapientas claro... pero libres de ataduras. Hoy están libres, completamente. Porque a la sombra que proyecta la luz de mi vela, brillan aunque sea un poquito, pero brillan. Y ya no tengo miedo. No.

A la tierra de la libertad, ahí voy.

Amadeus,