viernes, 23 de noviembre de 2012

Música y la Frecuencia del Universo...





 Quizás sólo sea pensar correctamente. Quizás, sólo sea ver aquello que tenemos tan escondidos adentro, en nuestras almas.  No voy a hacer una apología del progreso espiritual. Ni tampoco tengo intenciones de hacer un análisis teórico sobre cómo debería ser vivida la vida. Simplemente, si me lo permiten, voy a contar una experiencia personal, recién ocurrida.

Desde hace unos dos años, aproximadamente, se me dio por empezar a meditar. Mejor dicho, se me dio gracias a un amigo personal que al verme muy mal, producto del stress y los avatares de la vida cotidiana, me aconsejó esta excelente técnica para refrescar un poco mi terrible estado de ánimo.

Desde que me inicié en el arte de la meditación, pude notar significativos cambios. Los más importantes, estuvieron relacionados al tema del dormir y la lucha contra un insomnio atroz que desde que tengo memoria, me viene afectando. Sin embargo, cuando practicaba meditación a diario, el problema del insomnio quedaba resuelto y, he de admitir, me sentía muchísimo mejor.

Hoy por hoy, para ahorrar espacio y el tiempo de ustedes - mis lectores (¿mis lectores?)-, la meditación se volvió un privilegio que a veces me doy. La verdad que, como toda disciplina, requiere de esfuerzo y un marco en dónde poder practicarse. Éste debería estar libre de malas energías  y, preferentemente, debería contarse con una cierta continuidad o periodicidad que acompañe a la disciplina. Si a todo esto se le puede sumar un deporte de bajo impacto o yoga, muchísimo mejor.

Yo ya no habito en dicho entorno. Con mi trabajo y en mi lugar de residencia, el poder meditar se me complica.  Es una de las cosas por las cuales, quizás, más ganas tengo de dejar Dubái y volver a tierra firme. Para volver, de una buena vez y con todo, a la meditación y al yoga.

Sin embargo, y he aquí la anécdota: hoy se medio por probar una meditación, cortita, casi insignificante. Se me ocurrió después de haber sido aconsejado por otro gran amigo sobre la afinación de la música en 432 MHZ. Al parecer, la música se afinaba, algún tiempo atrás, en ésta modalidad pero con el régimen Nazi esto cambió y pasó a ser en 440 MHZ.

Al parecer, la frecuencia del mundo es de 432 MHZ. Es una frecuencia que puede encontrarse en todos los en todos los organismos vivos del planeta y nosotros, por disidentes, por inconformes, ¿por violentos tal vez? hemos decidido cambiarla y abusar de dicha frecuencia aumentándola en 8 MHZ.

Solamente me voy a remitir al ejercicio que yo hice hoy y, si cuento con la suerte de tener algún lector leyendo éste artículo, entonces les aconsejo que lo hagan ustedes mismos.

Meditar, respirar, relajar: El mundo se está convirtiendo en un tremendo caos y a veces no se nos da por sentarnos un rato, cerrar los ojos y sólo respirar. Estamos muy apurados, todo el tiempo, en todo momento. El ritmo vertiginoso de vivir en la ciudad.

A mí me nace hacer todo lo contrario de lo que se hace normalmente. Quiero vivir más en paz, más conmigo mismo, menos en donde todos. Quiero vivir más sano, quiero hacer más bien que mal y quiero estar relajado.

Como reflexión final, si me sirve de algo a mí o quien sea… Quizás con la música en 432 MHZ encuentre una forma más mía de poder hacerlo.

Amadeus, 

jueves, 22 de noviembre de 2012

A vos, mi Buenos Aires...






¿Y por qué no habré de escribir hoy? Si total, el tango suena en la esquina de mi cuarto. ¿Por qué no habré de escribir hoy? Si el tango, es hoy, puño y letra del alcohol que tomé, durante toda mi noche. Yo estoy acá, vos estás allá. Buenos Aires, ¿Acaso te acordás de mí? Yo sí me acuerdo de vos, como el violín de Edmundo Rivero y en ése Alguien que le dice al Tango, y yo… acordándome. Yo, mejor dicho, recordándote.

¿Te acordás de mí, ciudad de Buenos Aires? Porque yo sí.
Buenos Aires, tan sola, tan mía, tan tuya. ¿Buenos Aires? ¿Qué tienen de buenos? ¿Te acordás de mí? Ciudad gris, que acá, en el desierto, ya no hay días nublados como los tuyos. Esos días de otoño en donde lo gris era tan denso que ni con aires de miel, podías endulzarte. ¿Buenos Aires? ¿Te acordás de mí? Porque yo sí.

¡Qué amarga desventura, mi cafetín, mi Buenos Aires! ¡Qué amargo los años, que hoy nos tienen lejos! Yo me acuerdo, cuando todavía eras limpia, cuando todavía eras joven. Cuando tu gente, estaba orgullosa de ser porteña. Yo te veía, te sentía. Iba a tus costas, sólo para poder respirarte. Tomar un café en tu centro, era para mí, todo lo que podía pedir. El tango, era sólo una excusa para amarte, tan sinceramente como lo hago.

Y , sin embargo, mi buenos aires. Mi… buenos… aires… ¿Qué es de nosotros dos? ¿Acaso, hoy, te acordás de mí? ¿Me olvidaste? ¿Ya no me tenés ahí, en tu memoria? ¡Si su amor fue flor de un día, por qué causa es siempre mía, ésta cruel preocupación! ¡Nostalgias….! ¡Sí, nostalgias! Mi Buenos Aires…

Gardel llora al evocarte. Yo sufro al recordarte. ¿Y qué importa ya? Si mi whisky está en el borde de la copa y pronto, pronto,  muy pronto, va a estar vacía. Como el alcohol que me acalora. Como el recuerdo, de una morocha con rulos, de una rubia con pelo llano, de una morocha con tatuajes, de una extranjera en suelo extranjero. ¿Qué me importa Buenos Aires? Si hoy no somos nada, ¿o me vas a decir que sí?

Buenos Aires, podría componerte los mil y un versos, hacer de tus esquinas, una rima, hacer de tu cielo, una poesía, hacer de tus calles, mi credo. ¿Y qué importa todo eso? Si ya no te acordás de mí. Lloro, caen mis lágrimas. No, que no es de borracho. Caen mis lágrimas, con ése bandoneón de Julio Sosa que nos habla, nos dice… tantas cosas. ¿Amor? ¿Qué es el Amor? Hablame, Buenos Aires, decime alguna cosa, por Dios te lo pido que acá yo me estoy muriendo.

Hará un año que hice éste blog, y todos mis comentarios, hablan de lo mismo, hablan de vos. Mi tierna Buenos Aires. Tengo un tanguero tatuado en la espalda, la gente me dice: ¿Por qué tenés a un ahorcado en tu espalda? Te ven, reposado frente al farol y piensan lo peor. Piensan que estás muerta, mi Buenos Aires. Mi ciudad… y yo que te extraño y te digo: no estás muerta.

¿Estoy borracho? Mejor dicho, estoy borracho. Dice Julio Sosa: ¡Yo me hice en tangos! Y se me da por pensar que yo me hice en tangos, porque el tango es macho. Porque el tango es fuerte. Tiene olor a mina, tiene gusto a muerte. Te amo, tango de mi alma. Te amo, tango de mi vida. Te amo, ciudad de Buenos Aires. Te quiero. Te llevo tan adentro que a veces me pregunto: ¿Qué hice yo para merecer todo esto?  ¿Por qué?

Yo viviría en cada uno de tus rinconcitos, sin tener que pedir permiso. Sin tener que pedirle prestado nada a nadie. Pero vos, ofuscada, oscura, inútil, inerte, no me das bolilla. Yo viviría al son del bandoneón, si tan sólo me dejaras, hacerte el amor con el tango. Hacer del amor, un tango, quizás sea lo más atinado.

Buenos Aires, me acuerdo de vos y se me caen las lágrimas. ¿Extranjero en mi propia ciudad? A mí no me vengan a hablar de nada de eso. Yo te vi un día, tan gloriosa, tan iluminada, tan mujer que dabas envidia, tan erótica que excitabas las almas de otros países. Yo te vi. Tango de mi buenos aires querido…

Mi buenos Aires….