lunes, 23 de julio de 2012

Dejarlo todo y volver a andar


Horas de la tarde (pulse aquí)


Con aire de canción, me siento a escribir. Un poco de penas, quizás... el recuerdo de ser nostálgico, me atrapó. ¡Ah, me acuerdo de cuando escribía poesía a cada rato! O cuando me sentaba, en esas tardecitas tan mías, con mi banquito verde en el medio del jardín de mi casa. Me gustaba porque ahí, entre medio de la copa de dos de los árboles más altos que tengo en casa, se podía ver la puesta del sol.

El atardecer, en ese banquito verde, hecho de madera, viejo ya, muy viejo y medio podrido, era de lo más lindo. Los colores de la tarde a mí, siempre me han fascinado. Para mí la gente no se da cuenta de lo linda que es la tarde. Los tonos naranja, rojizo y azul, mezclados con el verde y el marrón de la naturaleza... si empiezo a recordar ahora mismo, siento las lágrimas bajando por mis mejillas.

Uno va creciendo y, cuando lo hace, se olvida de todas esas cosas que a uno lo hacen ser un chico, lleno de magia, feliz y contento. Claro, madurar dicen, es parte de la vida. Me acuerdo cuando era chico y jugaba entre las hojas del otoño, mi estación preferida y con los árboles. El árbol era un barco y las hojas del otoño, eran mis peces que yo pescaba para comer. ¡En ése entonces, estaba recorriendo el mundo! Mi sueño.

Siempre me gustó la de los Piratas que viajan a tierras vírgenes a conocer y enfrentar lo desconocido. Siempre me gustó ése espíritu aventurero y se me da por creer que, de haber sido yo, uno de esos intrépidos de antaño, hubiera salido también en mi barco a recorrer las nuevas costas, el nuevo mundo.

Ese fui yo. Siempre pensando en el pasado. Siempre pensando en qué época fue mejor y maldiciendo a la Modernidad por haberme encerrado en estas calles, en este mundo, en este cielo nuevo. De repente, uno empieza a leer a Borges. Lee a los viejos poetas, lee a los nuevos y ya no encuentra diferencia. Pero uno lee a Borges y , el recuerdo, la eternidad y el tiempo se convierte en un problema resuelto. Porque sé muy bien que él estaba obsesionado con los mismos temas que yo y mucho más aún: el estaba obsesionado con el tiempo.

Ya no se me da por pensar tanto en qué época debería haber vivido y, sin embargo, me atajo a aquellas cosas que alguna vez me hicieron ser chico y feliz: sobre todo, en los colores de la tarde, en otoño. ¿Será por eso que cada vez que viajo a alguna nueva ciudad, me enriedo hasta que se hace de noche, por las callecitas de cada una de mis nuevas ciudades?

El mundo se me achicó tanto ahora, el presente, me es un día aquí, dos días allá, tres en la vuelta y un poco de horas en este aeropuerto. Es un lindo trabajo, no les voy a mentir. Pero de repente, uno se convierte en chico de vuelta y todos esos sueños vuelven a ser juegos. Y el juego, según dijo Cortázar, es lo más importante para el hombre. El ocio fue siempre el motor de la creatividad y después, de la actividad. Eso lo digo yo... y quién quiera.

Hoy miro por mi ventana. Me siento un poco más refinado que antes. Ahora tomo whiskys de mejor calidad y vinos un poco más elaborados. Y cuando tomo el té, lo hago con galletitas danesas que son mis preferidas. Y, sin embargo, la realidad me sale por los poros y el deseo ardiente de conseguir un poco de estabilidad emocional, aflora a piel viva.

El pasado, ya no me atormenta. Sin embargo, contrario a lo que algunos creen, la ley de los opuestos volvió a atacar y se me dio por pensar en el futuro. Ya no quiero pensar tanto en eso. Y como dice una canción que escribí hoy, dejarlo todo y volver a andar.

Andar, andar, andar. Dejarlo todo y volver a andar. Hacia el infinito, hacia lo desconocido. No más pruebas al tiempo.  Me gusta estar en donde estoy ahora, me refiero al tiempo. Detesto Dubái. Y cada vez que se me dio de ir a uno de esos lugarcitos europeos tan lindos, tan íntimos, tan llenos de historia, mi corazón explotó de emoción. Ahora, estoy buscando un nuevo rinconcito en el mundo. Estoy componiendo mucho y me gusta hacerlo. Trato de no sentir odio. No. Quiero sentir el amor, salir por mis poros. Canto con un poco más de aliento, eso me gusta.

¿Es el futuro de lo incierto lo que me motiva o es aquello lo que acusa mis horas de ser sonámbulas? Quizás, las palabras, o el recuerdo de las palabras o las acciones hechas palabras.... no, no... quizás sólo sea dar un salto de fe. Yo siempre fui impulsivo. Necesité un poco de pared para poder frenar. Me di golpes duros. Ya sé cómo frenar, de a poco, mis impulsos. Sin embargo, voy a hacer caso mi instinto y arriesgar el todo por el todo porque de corazón sé que de acá a un año, mi situación va a cambiar. Yo no voy a hacer el mismo, no voy a querer lo mismo, no voy a buscar lo mismo pero, aún así con el todo del todo, las tardes van a seguir siendo mis momentos preferidos del día y cuando vea esa tarde roja, naranja, con azul y la mezcla de verde con el marrón de la naturaleza, sé que voy a ser feliz una vez más. Como quizás lo soy ahora o lo fui hace un rato. Como quizás se me da por estarlo mañana o el día que viene cuando vuelva a salir de Dubái para un nuevo destino, un nuevo lugar.

Una nueva oportunidad para dejarlo todo y volver a andar. Como ese día en Córdoba, cuando con mis alpargatas ya gastadas, decidí dejarlo todo y volver a andar. Esta vez, sin meter a nadie en el medio.

Amadeus,

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