domingo, 30 de diciembre de 2012

Carta de Fin de Año,




Son ciertas todas aquellas cosas que andan diciendo. El mundo es un personaje paralítico que se mueve iracundo sólo para hacernos pensar que, tal vez, no estamos haciendo las cosas como se deben. Y uno se entrega a leer, a pensar. A sentir que las cosas van a cambiar o mejorar… o quizá,  diferentes. ¿Por qué esa neurótica intención por parte de nuestra elemental psique de creer que las cosas deberían ser diferentes? Ah… pero ahí viene la esperanza.

Me siento a ver cómo se esconde el día. Corrí el escritorio y, ahora, tengo vista a la ventana. Quizás complete de esta forma, aquel sueño burgués de escribir por encima de mi ventana. Y me reviento, o se revienta, todas esas manifiestas ideas de ser un escritor, ser un artista, ser músico…. ¿ser alguien?


Ayer tomé whisky en cantidades exorbitantes.  Práctica que no venía haciendo por cuestiones de salud. A uno se le da por creer que lo mejor sería el reposo y, sin embargo, yo veo en todo esto una especie de solución catártica, cual Freud.  Pensé en muchas cosas. Me gusta pensar a la vera de una intriga etílica que resurge, que ata y desata, levanta y mata. Pensé en que, sobre mi porvenir, me gustaría poder hacer algo de lo cual mis hijos (si es que alguna vez  los tengo) estén orgullosos. Y pensé en el temor.

El temor de quien teme fracasar. En todos mis temores, que son muchísimos. Pensé en todos esos episodios esquivos de ser alguien o hacer algo. ¿Tema recurrente el mío? Puede ser.

En estos días que pasaron, a Dios gracias, estuve leyendo muchísimo. Uno de ellos fue un libro de un autor argentino, bastante banal –si se quiere dar un adjetivo inmediato-, pero de una profundidad cósmica.
Los párrafos están escritos con una soltura envidiable. Y, los diálogos, son de una desprolijidad pura, contenida en la más cierta de las realidades posibles. Son conversaciones entre amigos, de lo más ocurrentes, de lo más simple. Nada de estorbos elementales como se los encuentra en los imbricados textos de Goethe, uno de mis autores preferidos. No esto es de una calidad mucho más sencilla y qué tanto más emocionante, pienso yo. ¡Varios signos de exclamación, varios!

Y uno de esos elementos con los cuales está sostenido el relato (o la ficción, diría Cortázar), es el vínculo de la amistad. ¡Extraño a mis amigos y esas esporádicas, nada casuales, tardes de compañía! Extraño mi cotidianeidad cierta e incierta, constantemente alterada por los avatares de ser alguien…. Extraño mi vida, la de tener mis amigos, mis espacios, mis rincones verdes. Extraño.

Y pensé en todo lo que se viene. En el temor del seguir adelante. En el que no arriesga no gana. En cantar más fuerte aún, para llegar más alto. En verme a las cuatro de la mañana, completamente ebrio. Y me gustó el futuro que se viene. Me alegró. Me hizo pensar en positivo.


Al Amor, a los Amigos, a la Familia y a la Paz:


¡FELIZ AÑO NUEVO!


Amadeus,

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