sábado, 15 de diciembre de 2012

Carta Abierta a la Música



Me gusta pensar en ésas viejas fotos. Creo que por eso, las canciones que hablan de ello, son las que más me emocionan. Me gusta ver cómo se dan los cambios. Se me da por pensar, ahora que estoy un poco a la ligera que llegué hace un ratito de un vuelo insufrible, que el mejor ejercicio que uno puede hacer es el de conocerse. Y, creo –de esto no me acuerdo al 100%-, que una de las sentencias filosóficas de la antigüedad era –precisamente-: “conócete a ti mismo”.

Hoy fue un gran día. Un día sumido en la más absoluta soledad. Un poco como todos los días que paso en éste desierto, Dubái.  La gente me habló un poco me dijo cosas como: “Amadeus, ¿pero no podés aguantar un poco más, hacer algo de plata?”. Cosa que, evidentemente, no puedo porque mi monedero sigue estando en cero. O… así me gusta creer. Pero, más allá de eso, no se dan cuenta, siento, que la soledad se debe a que en éste lugar, el mundo gira en otro sentido, la gente piensa en otras cosas, la vida se desenvuelve de diferente manera y los gustos son completamente distintos.

Hoy es el día número mil de mis días en completa soledad. Me levanto, toco un poco de guitarra, compongo alguna cosa, trato de leer. Leo lo que puedo leer, me conecto con los que me puedo conectar, me siento a tocar un poco más de guitarra. Cierro las cortinas porque no me gusta ver que pasa el día. Me gusta saber que, si tengo sueño, me voy a ir a dormir porque total, cuando me despierte, voy a hacer un poco lo mismo que hice ayer, que hice hoy y que haré mañana.

Tampoco es que estoy sumido en una inmensa depresión. No, afirmar aquello, sería desatinado. No. Estoy inmerso en una tremenda soledad, lo cual es diferente. Un poco lo busqué, un poco lo esperaba, un poco lo necesitaba.

Pero, con ello pues, uno de mis ejercicios como bien decía yo mientras Sabina raspa con la voz, es el de mirar fotos viejas que muestren, de alguna forma, el paso del tiempo. El tiempo, esa copia inmóvil de la eternidad, dijo Pascal.  Y las vi. Vi muchas y de muchos. Me gusta pensar en las sensaciones que tenía en aquel entonces y qué sensaciones tengo ahora. Me gusta creer que pienso diferente.

Tengo un largo viaje desde que salgo de HQ hasta que llego a mi depto. Son unos 40 minutos de trayecto en donde yo reposo y repaso todos los momentos que tiene una vida. Algunos son muy lindos, otros son muy tristes. Me acuerdo de quien me dijo “estás viviendo de ensoñaciones” y recuerdo también que hoy por hoy, los amigos se cuentan con la mano izquierda.

Caer en la cuenta de que uno está en la más inmensa soledad, es triste. Pero no triste porque es un final cantado del destino irreparable del hombre neurótico como quizás lo soy yo. No. Es triste porque todos aquellos en los que ciegamente uno pone el alma, le hacen la vista a un lado. Y, ni siquiera se toman el trabajo de fallarle a uno.

Siempre rehusé de la banal idea de creer que las cosas las tiene que hacer uno, por su cuenta y para su gusto. Pero hoy, siendo un poco más viejo… o … mejor dicho, estando un poco más solo… vengo a afirmar un poco lo mismo.

¿En dónde quedaron mis años? ¿En dónde quedaron mis vergüenzas? Llámenme cínico o dramático… Pero hoy siento que mi espíritu no tiene mucho más margen.  Siento que mi devoción se debe a una sola cosa y, tan sólo ella, es el artífice de todos mis sentidos: Es a la música preciosa, amor complicado que hoy tomo por propio.

Cuando uno se entrega a la Música, uno tiene que creer que se entrega al criterio postrero de la nada misma. La música es cruel, es altiva, es virtuosa. La música es técnica, es amor y es paciencia. Es el mayor de los bienes y es la más grande devolución… Y sin embargo, yo tan poco hombre, tan poco virtuoso, tan poco músico, tan poco talentoso, tan poco paciente, con tan poco amor, con tan poca técnica… ¡Ay música, la más cruel de todas las señoras!

Cuando decidí tomar un poco el rumbo que hoy tomé, lo hice a sabiendas de que era un tipo tremendamente limitado y ahora, ya no me caben dudas al respecto. Reconozco mis grandísimas limitaciones en lo que es la virtud de la música, el don de las gentes y la inteligencia práctica. Si admito una cosa y es que las palabras, a Dios gracias, a veces salen como disparadas de mis dedos. Pero es un derecho más que una virtud. Es un sistema que logré vencer porque en el Principio era el Verbo. Porque en el principio, sólo estaba la palabra.

¡Cómo me gustaría poder ser un poco mejor de lo que soy y dejar de ser tan limitado! ¡Cómo me gustaría creer un poco más en todas esas personas que tanto me han fallado, que tanto mal me han hecho y que tanto mal les queda por hacerme! Cómo me gustaría ser un poco más nada y vivir un poco más de todo.

Éste tipo de vida, el que llevo, de quizás ir viajando de lugar en lugar cada una porción de años, me enseñó una sola cosa: nadie va a estar ahí, porque nadie tiene que estar ahí. Es sólo la idea de creer que uno está con alguien.

Mi destino, sí es que podemos afirmar tal cosa, es el de los más oscuros abismos y las más cínicas de las tristezas. La soledad del que sabe que nunca quiso entregar nada. Del que nunca tuvo nada y del que nada saber hacer. Porque eso soy yo, un don bueno para nada.

A mí no me desagrada el epíteto. Es más, hasta tiene nombre y apellido. Me hice llamar Amadeus, para cargar con mi propio nombre la responsabilidad de no ser un apellido. Algunos creyeron encontrar en Fausto alguna luz, yo encontré puras amarguras.

Se me fueron los buenos ratos, se me fueron los buenos momentos. Se me fueron los amigos de la infancia y la familia que tanto me cuidaba. Se me fueron las esperanzas de sentir que el mundo va  a ponerse mejor y que todavía es bueno creer en la gente. Se me fueron las esperanzas de aquel, único sueño de mi vida, ser padre. Se borraron los besos de un amor que tenía rulos, de uno que era rubia y de una que tenía tatuajes. Se desvanecieron las ideas creídas de que los chocolates son amigos y a uno lo cuidan por siempre, porque se esfumó toda idea concebida de normalidad y pluralidad.

Sólo quedan, a Dios gracias, los recuerdos de unos muy buenos amigos. Compañeros inseparables con lo que justamente, hace muy poquito hablaba y disfrutaba con ellos, algunas copas. Los compañeros con los que luché y aún lucho por una única y misma causa: La música.

Escribí una canción hace tres días. Una gran canción según mi criterio. Mis canciones me ayudan. Son lo único que me separa de saltar por un piso 15 al pavimento muerto de una calle en el medio del desierto. La música, el aire de libertad, la esperanza del Amor. Sólo quedan hoy, y para la vida póstuma, entregadas completamente al más lindo de todos los artes. Al que me ha dado tantos dolores. A la que tan poco le importo, porque tan poca cosa soy yo, en comparación de todos aquellos genios que la han descubierto, descifrado y hasta le han hecho el amor… Música, pilar de mi vida, amor de mis amores, principio y fin de mi patética y despreocupada vida. Música…

A vos, Arte de las Artes, a vos… Mi único y verdadero amor… te dejo mi vida, te dejo mis manos, te dejo mi alma, te dejo mi cuerpo, te dejo mis esperanzas, te dejo mis letras, te dejo mis recuerdos, te dejo mis momentos, te dejo mi presente, mi pasado y mi futuro… a vos, mi querida y única amante… te dejo la eternidad.

Tu fiel servidor,

Amadeus, 

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