lunes, 29 de abril de 2013

La canción de Amadeus,






Amadeus, Amadeus ¡cuántas ganas de soñar que tenés hoy! ¡Amadeus, Amadeus ¿Qué os pasa que te noto tan contrariado?! Amadeus, Amadeus… tú y aquellas ínfulas del Arte cruel… Amadeus, Amadeus…

Qué patética aquella voz que viene de adentro, con el espanto de creerme ya completamente perdido. ¿En qué estoy adivinando yo, ese futuro desgarrador, cruel y sin fundamentos? ¡Qué nueva terapia nos encontrará en suerte, a la hora de hacerme el místico y escribir sólo en la primera persona!

Basta ya de todas esas cosas del plural. Me vuelvo rudimentario cuando se trata de escribir y re-escribo sobre la base de lo ya dicho: maldigo la primera persona del plural que me ataca constantemente a la hora de escribir. ¿Y por qué habría de utilizarla si a fin de cuentas he me sólo aquí, escribiendo cualquier cosa, sólo por la necesidad de escribir?

No, ya no tengo mentores, lectores, amigos que me acompañen. No hoy. Me despedí hasta de los más íntegros para quedarme en la más absurda de las situaciones. Busco y repaso en mi memoria cada una de las acciones que me obligaron a éste patético episodio en el que me encuentro hoy. Éste estado de incompleta desesperación, de lo impredecible que me ata y desata: que me arma y desarma.

Lacónica la expresión de soledad y todo su entendimiento. Complejo el mecanismos y las fuerzas de la voluntad. ¿A dónde quiero llegar con todo esta nueva búsqueda? ¿Adónde iré a parar si es que tengo por menester parar? ¿De quién más tendré que separarme para seguir con esta desventaja que aproxima a la insensatez?

Me gusta creer que en el mundo hay héroes aún que luchan por Amor. Me refiero a la causa primera, motor de todas las cosas. Acción indiscutiblemente buena. Del estilo que se aproxima a lo que entendía la vieja filosofía griega, forjadora de miradas exóticas y cabezas distinguidas: esa idea romántica de que lo verdaderamente bueno es Bello en sí mismo. ¿Y cómo no habría de ser así? Sí es que está hecho con el elemento primero, sustancia engendradora de vida, acción que remite a todas las acciones. Momento de todos los momentos. Significado de todos los significados. Hablo de la sustancia misma del Bien mayor: el Amor. El verdadero Amor. Esos héroes, que sé, luchan día a día para este mundo mejor, este mundo que buscamos todos y entre todos (aunque algunos se pierdan de a ratos), sé que me están juzgando. “Tú, inútil –les oigo decir- ¿qué haces para que todo esto cambie?”. “Vos… el bueno para nada dejad las mortajas de tu imbecilidad y salí a defender lo que Justo: lo que es en sí mismo bueno. El Amor, el verdadero”.

Sonará ridículo, hasta inverosímil. Y yo que tan solo me quedé, sólo por la ridícula acción egoísta y ególatra de elegirme a mí, como primera persona. A mí. ¿Qué hice yo para merecerme tanto aprecio? No, no es suficiente con recaer en el error constante, además de ello, tengo que hacer heroicas sandeces,  para reafirmar el Absurdo.

¿Quién soy yo? ¿Por qué siento y sufro de esta manera? ¿De qué me escondo? ¿Por qué me paso tantos días encerrados? ¿Por qué La Música de la Libertad no me libera? ¿De qué tengo miedo? ¿Y por qué tengo tanto miedo?

¿Será que este es el grito desesperado… la inconclusa respuesta del insignificante modelo de anti-vida que hará no más de un año emprendí en esta desolada parte del cuarto, en éste rinconcito desde donde ahora escribo?

Ya me perdí completamente. Y esta no es la apología humanitaria, ni la solución de lo incomprensible. Aquí se está sujeto a interpretaciones, a lo absurdo, a lo significante y su significado. Aquí los autores se juzgan, los sujetos ejecutan y las novelas se cuentan. Aquí, en mi corazón, negro, corrompido, triste y hostil… aquí ésta alma enferma grita desesperada. Pero trato de que sea al menos, por adentro, cosa de que el grito quede atado al orgullo interno. Ese ridículo orgullo que una vez le insistí a alguien  que ya no lo tenía.

Hoy quiero respuestas concretas sin siquiera, hacer las preguntas adecuadas. Hoy estoy desesperado. Asustado y confundido.


Hoy, Amadeus, estás triste.

domingo, 14 de abril de 2013

HOY GRITÉ BASTA.




Suena Ein Deutsches Requiem y me recuerda, inmediatamente, a esas noches en mi casa en donde con el violoncello, me entregaba a la más sublime de todas las artes: el arte de ser puro y libre. El Arte de la Música.  ¡Ah!.. los recuerdos de libertad. ¡Requiem! ¡Brhams! Éste psicótico e intrépido compositor, autor de los más hermosos tercetos de cuerdas.

Hoy pues, con el inconfundible Requiem, con la auténtica melodía del ser y la perfección es que grito a viva voz: BASTA. Se me acabaron las ganas de todo esto. Se me acabó la penosa tarea de ser un agente inmediato de la necesidad económica, vil y pueril, anti-revolución. Se me fueron las ganas de perder la libertad de mis pasos, la salud de mi cuerpo, las horas de sueño.  Me harté de mis ratos de ocio, de la imposible capacidad de movimiento. Del aislamiento innecesario. De la inhumana entrega a un oficio que por demás, poco deja al títere y mucho al titiritero.

Me cansé del desolado pronóstico de La Europa, La América y El Occidente. Me cansé de la idiota idea de que sin bancos y sin celulares, no se puede vivir. Me harté del errado concepto de libertad que a diario practicamos.

Heme aquí, con una suerte de apología que dejará mucho que desear porque son más de dos jornadas seguidas que paso sin poder dormir más que unas pocas horas. ¿Y todo por qué? Para que al final del día, mi música no salga como se debe, mis palabras no se digan como corresponde y mi cerebro no funcione como debería.

En mis años terrestres, leer, hacer deporte, conocer gente, respirar aire puro, eran menester y necesidad. Hoy, a duras penas puedo yo, salir sin sentirme agobiado. Con dificultad leo las páginas de un Crimen y Un Castigo que pareciera estar escrito para mí. Con tremendo tedio practico deporte y casi nunca, nunca, estoy con la gente que más quisiera.

El vínculo humano se convirtió aquí, en inhumano. Y lo que antes nos hacía hombres, hoy nos hace necios. Ya no maldigo como injustamente hice antes,los motivos religiosos, los agentes psico-activos propios del entorno o cualquier otra  bonita y filosófica explicación. Ayer entendí que esto se debe puramente porque a la gente le gusta vivir así. ¡Así es! ¡Es el estilo ilimitado de la estupidez organizada! Del género más vano. De la repugnancia más pueril. Del sin sentido más perfecto.

Hoy dejo todo. Hoy se acabó. Hoy me levanté gritando: BASTA.