Bueno, claro: la receta es bien simple si se tiene los ingredientes. ¿Cómo escribir una receta que contenga las claves de la felicidad? Intentemos, de a poco, tratar de encontrarla juntos. De esa forma, quizás podamos hacer de nuestra experiencia un deleite transmisible para las generaciones postreras que sé muy bien, están allí, a la espera de una clave para resolver los misterios del universo.
Paso número uno: Una buena cerveza.
El alcohol resulta elemental a la hora de contrariar a las adversidades de
la cotidianeidad. No voy a explayarme en eso de los dioses griegos tan
admirados por mí y tantísimas otras personas muchísimo más importantes que este
mediocre escritor. La cerveza no sólo relaja a nivel muscular, si no que a su
vez, es buena para bajar un poco los cambios del acelere diario que de a ratos
nos da en este mundo hostil siempre en búsqueda de problemas. "Somos
máquinas generadoras de problemas", me dijeron el otro día en una
experiencia de vida.
Si la cerveza no está a la orden del día cosa que en países del medio
oriente puede ser bastante común y para nada extraño, se puede hacer uso de las
facultades de las uva. Quizás el proceso de la trasmutación del agua en vino
sea un poco más complejo y haga falta la Mano de la Divinidad. No obstante, y
para los obstinados de la realidad bruta y sin codificar, el vino es de por sí
un fermento sagrado que le dio en rigor, el honor de ser parte de los dioses
del Olimpo y, así mismo, conductor de las almas.
Por último, en caso de que las dos primeras elecciones no se
encuentren disponibles por lo insensible de las Almas, siempre se puede hacer
uso de algún elixir druídico como lo es el Whisky o ya sabrán ustedes qué otra
cosa.
Paso número dos: Música.
Aquí es muy importante resaltar que el arte de las Musas puestas en
práctica en ese formato de notación musical tan bien descripto por Pitágoras,
que no sólo se debe oir (ya que están aquellos que sostienen que las sociedades
antiguas eran Ex-Audit, mientras que las modernas son Ex-Visu) si no que
también resulta de elemental necesidad, poder hacer música. Para ello, aconsejo
cualquier instrumento de cuerdas. Los hay de muchísimas categorías y, siempre
que estos resulten un poco difícil de arrancar, siempre se puede pasar a los
vientos que ofrecen de forma melódica (y ya no armónica) una forma un poco más
sintética pero igual de compleja que su heramana, las cuerdas. Los ritmos
pueden ser muy llamativos... Pero les aseguro que tener en vista los complejos
tintes que puede dar un FA sostenido mayor, son realmente únicos en su
especie.
En lo que refiere a la del melómano, siempre se puede emprender un viaje
místico por los diferentes autores e intérpretes que a lo largo de los siglos
de historias nos han deleitado con tanto furor y tan maña astucia. Es
importante resaltar que son ellos mismos co-autores
de los órdenes universales que rigen la Paz del Universo en esa perfecta
armonía Plotiniana.
Quiero aclarar, como última parte de este sub-segmento, que la música es
muy linda para acompañarla con alcohol. De hecho, si existiera entre mis
lectores (que se cuentan con una mano, pero que me quiten lo bailao') algún poeta, sería muy bueno que escribiese
alguna cosa que hable de este magnífico amorío entre ambos elementos.
Paso número tres: El Amor.
Este magnífico sentimiento, no sólo nos llena de bien y buen olor a todo lo
que le rodea, si no que, por encima de todas las cosas: nos permite luchar contra todas esas cosas que tanto tememos y que tantas dudas nos causan.
Cuando nos sentimos tan fatigados de la vida, tan abrumados y tan
absolutamente solos como puede ocurrir si vivís en el Medio Oriente (región de
los desolados), éste sentimiento resulta elemental a la hora de combatir todas
esas emociones tan adversas y negativas que pueden generarte los montones de
arena que rodean las ventanas o los vastos edificios plateados que a la luz del
sol se convierten en una especie de monstruo impersonal y vengativo, dándote la
sensación de encierro.
A su vez, el Amor, se lo puede asociar, muy rápidamente, con el buen humor
que por lo general, genera ecos positivos entre aquellos que lo comparten. El
humor es un elemento fundamental que sólo puede surgir cuando se comparte con
alguien. "Ya no los llamo mis siervos, sino más bien, mis amigos"
dijo el Salvador a horas de ser entregado en el Huerto que hacen llamar de los
Olivos.
Ya verán, compatriotas y exorbitados lectores, que cuando uno tiene Amor en
las venas, el mundo de repente, se vuelve en una magia que circunda e inunda
las Almas de aquellos que están entre nosotros. Y por eso que Amar nos hace tan
bien. ¿O acaso no han notado, curiosos lectores, los beneficios que nos traen
esos chicos, bebes, tan llenos de amor y de energía que con una sonrisa nos dulcifican
hasta lo más profundo? Pues bien, ese es el Amor del cual estoy hablando, tan
alejado del beneficio personal, y tan libre pensante que se vuelve diáfano y
simple. Es como el viento que cruza entre nuestros dedos. Así de inaprensible
es el verdadero Amor.
Para practicarlo, cosa difícil, sugiero que empecemos con Amar a todo lo
que nos rodea. Sentir esa energía tan adentro que nada, pero nada, nos haga
sentir lo contrario. Querer a los nuestros, a los otros. Practicar con los padres
y hermanos. Amar muy profundamente a los amigos. Amar hasta lo más hondo, al
planeta, a las plantas y los árboles. Amar hasta desgarrarnos a nuestras
parejas. Amar hasta la muerte a nuestros hijos.
Cordialmente,
Amadeus,
MUY BUENO AMIGO!!!!!!! UN ABRAZO DESDE LAS LEJANIAS!!!!!!!
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