¡Uf…! ¡Cuánto
tiempo sin escribir! ¿Qué fueron, unas tres semanas? Pasó de todo aquí, en esta
región tan austral del mundo. Y las palabras que se siguen sumando. Si tengo
que serles enteramente francos, mis queridos lectores (me temo que cada vez quedan
menos), pensé en escribir unas cuantas veces.
Uno de los
tópicos que más se repetía en mi cabeza –es menester entender que yo pienso
cada post con mucho anticipo y evalúo cada uno de sus posibles resultados- era
sobre la personalidad en el Rock. Sin embargo, frente a tal tema, se me hacía
un poco imposible ser del todo sincero.
Mi personalidad,
sufre trastornos de grandeza, entre otros tantos males. Lo que hace a la tarea
harto dificultosa, si se trata de ser enteramente ciertos con la verdad. Pero,
por suerte, para despeje de muchos y coincidencia de algunos pocos, estuve
leyendo mucho.
Estas semanas
sirvieron un poco para eso. Dejé, definitivamente, Dubái. Lamentablemente, todo
atisbo de esperanza, quedó resumido a cenizas. Ni mi italiana, la que otrora
solía acompañarme con palabras dulces, quedó a la espera de alguna noticia mía.
Ya no soy quien era. Mi alma quedó opacada y un poco más tosca. No digo sabia,
porque lejos estoy de ello. Pero sí, opacada. Chata. Vulgarizada. De una
vulgaridad típica de quien necesita ser uno mismo, tal vez. Ahora, no se
preocupen. Sigo estudiando el italiano, cada día un poco más. Es una lengua
preciosa, llena de conceptos hermosos sobre la Belleza y el Arte del bien.
A todo esto, se
le suma la fatídica tarea de ser un ente social. Pero la diferencia aquí,
frente a otras alternativas, es que la ruta hacia lo que quiero, se vuelve
mucho más accesible frente a otras posibilidades que antes podía plantearme. Me
sobran, a Dios gracias, las entrevistas y se me dan las propuestas. Puede que
tenga que trabajar un poquitito más de lo que esperaba, pero nada de lo que no
esté dispuesto.
Sigo escribiendo
en mi diario. Una especie de “journal”
que llevo conmigo a todas partes. En él, anoto cosas de lo más
disímiles. Mientras que un día puedo estar escribiendo harto sobre el Rock,
puede que al día siguiente, esté escribiendo alguna poesía. Lo que tiene de
sencillamente atractivo éste medio frente a los demás, es que es enteramente
mío y yo decido si compartirlo o no.
Puede que este
post se vuelva redundante. Puede que sólo sirva para alivianar las consciencias
que quedaron pasivas frente al insulto sutil de quien no quiere verme más.
Puede, incluso, que me sirva más a mí que a esas otras personas. Pero siempre me
gustó creer que mis lectores son aquellos que yo bien conozco y que, en alguna inverosímil
realidad, hasta quizá sea yo mismo que me releo en algunos años de aquí. O algun alma que en los sueños busca pero no encuentra. O el espejo de Bórges que lee
porque es un re-lector de los textos imposibles. O un Cortázar, que escribe
sobre lo que no tiene sentido escribir o un Alejandro Dolina que escribe por
escribir.
Tengo muchas
ganas de escribir sobre “La Personalidad en el Rock”, disertación a la que
vengo dándole forma en cada unas de mis mañanas. Si le sirve de consuelo a
alguno de mis lectores, a los que prometieron leerme por siempre, la música se ancló en mi vida para nunca más
dejarme. ¡Y es fascinante ver qué tal progreso se hace evidente y piel, en cada
una de mis horas frente al instrumento! Paso horas viéndola, durmiendo al lado mío... mi guitarra. Sintiendo cada una de sus cuerdas como si fuera mi misma carne. Escribiendo canciones y haciendo cositas nuevas.
¡Prometo
devolverles los tópicos más interesantes, pero para hacer fiel a la promesa que
hice sobre este blog, aquí se escribirá un poco de todo, de todo lo que haga
falta, de todo lo que sobre, de todo lo que no se deba escribir, de todo lo que
tal vez escriba… de todo… Amadeus, de todo!