martes, 10 de septiembre de 2013

Caminante que haces camino al andar



¡Uf…! ¡Cuánto tiempo sin escribir! ¿Qué fueron, unas tres semanas? Pasó de todo aquí, en esta región tan austral del mundo. Y las palabras que se siguen sumando. Si tengo que serles enteramente francos, mis queridos lectores (me temo que cada vez quedan menos), pensé en escribir unas cuantas veces.
Uno de los tópicos que más se repetía en mi cabeza –es menester entender que yo pienso cada post con mucho anticipo y evalúo cada uno de sus posibles resultados- era sobre la personalidad en el Rock. Sin embargo, frente a tal tema, se me hacía un poco imposible ser del todo sincero.

Mi personalidad, sufre trastornos de grandeza, entre otros tantos males. Lo que hace a la tarea harto dificultosa, si se trata de ser enteramente ciertos con la verdad. Pero, por suerte, para despeje de muchos y coincidencia de algunos pocos, estuve leyendo mucho.

Estas semanas sirvieron un poco para eso. Dejé, definitivamente, Dubái. Lamentablemente, todo atisbo de esperanza, quedó resumido a cenizas. Ni mi italiana, la que otrora solía acompañarme con palabras dulces, quedó a la espera de alguna noticia mía. Ya no soy quien era. Mi alma quedó opacada y un poco más tosca. No digo sabia, porque lejos estoy de ello. Pero sí, opacada. Chata. Vulgarizada. De una vulgaridad típica de quien necesita ser uno mismo, tal vez. Ahora, no se preocupen. Sigo estudiando el italiano, cada día un poco más. Es una lengua preciosa, llena de conceptos hermosos sobre la Belleza y el Arte del bien.
A todo esto, se le suma la fatídica tarea de ser un ente social. Pero la diferencia aquí, frente a otras alternativas, es que la ruta hacia lo que quiero, se vuelve mucho más accesible frente a otras posibilidades que antes podía plantearme. Me sobran, a Dios gracias, las entrevistas y se me dan las propuestas. Puede que tenga que trabajar un poquitito más de lo que esperaba, pero nada de lo que no esté dispuesto.

Sigo escribiendo en mi diario. Una especie de “journal”  que llevo conmigo a todas partes. En él, anoto cosas de lo más disímiles. Mientras que un día puedo estar escribiendo harto sobre el Rock, puede que al día siguiente, esté escribiendo alguna poesía. Lo que tiene de sencillamente atractivo éste medio frente a los demás, es que es enteramente mío y yo decido si compartirlo o no.

Puede que este post se vuelva redundante. Puede que sólo sirva para alivianar las consciencias que quedaron pasivas frente al insulto sutil de quien no quiere verme más. Puede, incluso, que me sirva más a mí que a esas otras personas. Pero siempre me gustó creer que mis lectores son aquellos que yo bien conozco y que, en alguna inverosímil realidad, hasta quizá sea yo mismo que me releo en algunos años de aquí. O algun alma que en los sueños busca pero no encuentra. O el espejo de Bórges que lee porque es un re-lector de los textos imposibles. O un Cortázar, que escribe sobre lo que no tiene sentido escribir o un Alejandro Dolina que escribe por escribir.

Tengo muchas ganas de escribir sobre “La Personalidad en el Rock”, disertación a la que vengo dándole forma en cada unas de mis mañanas. Si le sirve de consuelo a alguno de mis lectores, a los que prometieron leerme por siempre, la música se ancló en mi vida para nunca más dejarme. ¡Y es fascinante ver qué tal progreso se hace evidente y piel, en cada una de mis horas frente al instrumento! Paso horas viéndola, durmiendo al lado mío... mi guitarra. Sintiendo cada una de sus cuerdas como si fuera mi misma  carne. Escribiendo canciones y haciendo cositas nuevas.


¡Prometo devolverles los tópicos más interesantes, pero para hacer fiel a la promesa que hice sobre este blog, aquí se escribirá un poco de todo, de todo lo que haga falta, de todo lo que sobre, de todo lo que no se deba escribir, de todo lo que tal vez escriba… de todo… Amadeus, de todo!