miércoles, 27 de noviembre de 2013

I'll never be your beast of burden.






“I’ll never be your Beast of Burden”. ¿Les cuento algo? Las cosas siguen un poco desparejas. Pero, si de algo sirve todo esto, es para que yo lea por segunda vez la Biografía de mi querido y ya cercano amigo, Keith Richards. Y tal vez… todo se trate de eso.

La neta (o realidad) –aquí hay espacio para cualquier tipo de latinismo- es que las opciones pueden ser múltiples. Las razones, unas cuantas. Los días, se pueden contar del uno al siete y cada uno de ellos, emparentarse con algún curioso planeta de esos que orbitan sobre el mismo sistema solar que compartimos, todos juntos, como hermanos. Los viajes se pueden sumar en meses, años. Se podría re-calcular cuántas veces sean necesarias, las suerte del GPS y nada nos llevaría a nada.

Escribir solía ser algo placentero, no algo pasajero. ¿Lo recuerdas Amadeus? Yo te leía con ínfulas y ganas. Las palabras golpeaban. Las teclas se rompían. Los renglones se sumaban y los párrafos quedaban acumulados en montoncitos que algunos llamaban lamento, otros diario y, por qué no, argentinismo.

Hoy estoy en la Argentina, te cuento. Las intenciones son las mismas. Las ganas, son pocas. El destino, ¿o el desatino?  -ya no sé bien cómo llamarlo-  me llevaron a alguna circunstancia un poco ridícula por demás y después de ello, lo mismo de siempre. Amadeus no sabe a dónde ir, Miguel se vuelve loco y se vuelca en una cuesta que sólo apunta al infierno de la bipolaridad. Amigos, droga, amigos, rock, amigos música, alguna mueca… Rock…  Y lo mismo vuelve a repetirse.  Una y otra vez, ¿cuál era esa palabra griega? Ah, sí. Me acuerdo: TAUTOLOGÍA. Que no acepta cambios. Que se repite. Siempre igual.

Podré ser, porque lo soy: un montón de cosas. Algunos días, me despierto con más curiosidad que otros y se me da por leer sobre el Tarot y practicar tirando cartas. Otros, soy un romántico. En los menos, soy feliz sólo por existir. Y allí, el KI de la cuestión. ¿Será que soy Conejo, Mago, Libra,  o una carta del Tarot? Será que soy Amadeus, Miguel, Fausto, Alfalfa, Narigón. ¿será que soy una marca al costado izquierdo de una guitarra que no deja de acompañarme a ninguno de todos los múltiples universos en los que vive Amadeus? ¿Era Amadeus o era Fausto? Ya ni me acuerdo.

No estoy en la completa sanidad. No, jamás. Creo que los días me hacen más y más inestable. Me desligué de todo y todos. Por más de cinco años, anduve viajando sin rumbo y el sin rumbo me llevó al lugar de partida: Buenos Aires. ¿Querés que te diga la verdad? Sos preciosa Buenos Aires. Sos tan celosa. Tan multifacética. Tan única. Tenés tanto Rock. Es, realmente, admirable.
Y yo, sólo quiero ser una estrella de Rock que haga Rock que cante Rock, que respire Rock.

“How Can I Stop”, ¿mi querido Keith? Sólo puedo responderte con un “I’ll never be your beast of burden” pero creo que ya sabés ésa respuesta. Tal vez, sea hora del “Hey you, get off my cloud”. Pero no hay a quién decírselo.

Me gustó mucho lo que hiciste el otro día Amadeus, me olvidé de contarte: estuviste a pleno Rock todo el fin de semana. Con gente que se acercaba a escucharte tocar el Blues. Escuché a varios felicitarte al respecto. Y eso me alegro. ¿Seguimos?

….

Salud viejo amigo.



Amadeus, 

martes, 5 de noviembre de 2013

Sobre la Desesperación




Ay… amigos, ¿cómo les cuento mi rabia? ¿Por dónde empiezo? Tanto rebajarse. Tanto bajarse. ¿Bajarse? Sí. Bajarse. Bajarse de un avión eligiendo una ciudad cualquier… la más austral de ser posible y venir ¿a dónde? A la nada misma.

Quiero culpar a alguien. Pero no puedo. Quiero decir que me arrepiento. Pero no me sale. Quiero decir que tengo orgullo. Pero de ése no me queda. Quiero gritar que el mundo es un lugar fantástico y lleno de esperanzas… Pero no creo en nada. No creo en nadie. No creo en las ciudades. No creo en los países. No creo que pueda yo servir para alguna cosa. Y acá me tienen…

Tengo una bronca que abarca toda la costa del pacífico e incluye el resto del océano. Tengo una cosa tan adentro que no me deja dormir tranquilo.

¿Qué hago? Un ataque de desesperación. ¿A dónde estoy yendo? A la ruina misma, mis queridos amigos. A la ruina mísera del patético personaje que ya nada tiene para ofrecerles. Entendí que mi ejemplo es un ejemplo de esos que mata pasiones. De esos que arruinan amores. De esos que no dejan nada a la imaginación. Soy la indiscutible prueba de que hacer las cosas mal tiene sus consecuencias. De que en realidad, ser un inútil, tiene poca utilidad. Y tal vez, sea hora de ser útil. Pero, ¿qué les digo? Si me quedé sin palabras.

Sin embargo, ¿a qué me aferro hoy? Me han robado hasta la esperanza. Se me acabaron las fuerzas. Se acabó todo. Basta de sueños. Basta de ideas. Basta de gente. Realmente, hoy me gustaría desaparecer.


Amadeus, estoy desesperado. ¿Qué hacemos?