domingo, 24 de junio de 2012

Pienso sin parar


Para pensar


Me serví la última copa de mi último vino y un piano suena como Chopin. En el mientras tanto, un montón de cosas están desordenadas en mi cuarto. Veo mis dos guitarras colgadas en la cama, con el paquete de cuerdas nuevas que hoy cambié. Veo mi ropa sucia que está dispuesta para que se lave desde ayer... Veo que el piso se llena de pelos con rulos de mi música Portuguesa, más un montón de bolsas y basura que todavía tengo que sacar. Voy para la cocina y veo los platos sucios de la cena de anoche, en donde le cociné. Veo todas estas cosas y el piano que sigue sonando como Chopin y pienso... Pienso sin parar.

Porque Dubái es eso, sólo pensar. No creo que nadie más haga algo más que eso. Claro, estamos hablando de los que no son locales. Duermo, cuando llego de un vuelo, muchísimo, porque viajar realmente agota la energía de uno. Toco guitarra para concretar mi sueño de hacer algo con la música y mientras canto con emoción... pienso... pienso sin parar.

Voy al gimnasio, es bueno hacer deporte. Corro media hora. Después de eso, paso a elongar hasta estirarme lo más que pueda. Elongo y después, directo a las máquinas con barras. Levantar pesas, mirarse al espejo, tomar agua, volver a elongar, levantar más pesas. Terminar la actividad física, sintiéndose uno realmente fatigado y mientras hago la última serie con peso... pienso... pienso sin parar.

A veces me pregunto qué de todo lo que hago vale realmente la pena. ¿Vivir en Dubái, vale la pena? ¿Vivir la vida que vivo, vale la pena? Me preguntan si es cierto que los de Libra somos inestables. Yo no creo que sea inestable... me han acusado de bipolar una vez, pero tampoco lo creo. Sé que tengo el bicho de la nostalgia que, como le pasa al tango a veces sale a la luz pero, inestable, no creo.

Me preguntan si estoy mintiendo o me dicen que todavía no pueden confiar en mí, no del todo. Otros me acusan de cosas peores, pienso... pienso sin parar.

Dubái es el lugar más ficticio de todos los que estuve y me atrevo a decir que he estado en Las Vegas. Sin embargo, en la ciudad norteamericana, cualquiera puede pasar por rey o por bufón, mientras que acá, todos quieren ser Rey. Y pienso... pienso sin parar.

Tuve la oportunidad de ver a la lluvia, mojando la ciudad anglosajona de Melbourne, son los detalles paquetes que te da el trabajo. Detalles que no sé cuántos de los que están aquí realmente aprecian, pero ya no estoy en esos pormenores. Yo me contenté, pese al descontento colectivo por el día gélido y gris, con ver la lluvia, todo desde mi ventana. Mientras el agua mojaba las calles y la gente corría para no empaparse con el agua, cuando salía del tren. ¿Es esto una ciudad? ¿Es esto la vida?

Vivir es el miedo más grande de todos. Y, sin embargo, pienso, vivimos con tanto miedo que cuando nos toca la hora de no vivir, sentimos que no aprovechamos mucho todo este episodio en donde nos encontramos hoy, pero no mañana. Pienso... pienso sin parar.

Me acuerdo de Borges y su visión de la Eternidad. Para él, es una imagen estática cuya copia es el tiempo. Y las calles de aquel bajo que visitó cerca de Banfield, es el mismo, con el mismo aroma pero 50 años después. Y quizás, si yo voy a ese mismo barrio encontrado por el mero azar, según palabras del autor,  quizá también me encuentre con ése mismo olor y esas casitas de portón bajo de las que él hablo. Mientras escribo todo esto y termino mi copa, dispuesto a irme a dormir entre nostalgias y una concretada actitud de "no pienso ordenar nada hoy".... pienso... pienso sin parar.

¿A dónde nos lleva la vida? ¿A dónde nos llevan los miedos? ¿A dónde vamos a terminar? ¿Qué estoy buscando? ¿Qué estamos buscando? Me siento feliz, si. Muy feliz, debería decir. Estoy con vos, vos conmigo. Y para mí, la energía es la única fiel de todas las razones. Lo demás, son invenciones de nuestro cerebro. Quiero tomarme un buen día de nada. Pero un buen día, en donde nadie me hable de aviones ni de viajes. En donde sólo estén las guitarras y la música y nadie, de toda la gente, pretenda hacer nada para llamarme la atención y mostrarme cuánta plata es que tienen.

Yo sé que el mundo es mucho más que esto. Y aunque suene pedante, tuve la oportunidad de ver una porcioncita de él, en muy poquito tiempo. Si hay algo que descubrí es que es un mundo gigante, lleno de gente compacta, de diferentes colores y alturas. Me acuerdo de todas las pavadas, todos los prejuicios, todas las ideas absurdas de cómo eran los lugares más alejados de mi bella Buenos Aires, como por ejemplo China y Australia. Me río al recordar lo que una vez creí. Las maravillas del mundo, esas que yo esperaba encontrar en Maestros que me guiaran hasta la Verdadera Luz, ya no existen. Y me atrevo a decir, a fuerza de ser sometido a Juicios morales, que nunca existieron. Y lo digo basándome en una de las frases que dice Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio cuando afirma que "... Nadie es profeta en su tierra". Quizás, con ese mismo principio, nadie es maestro en su tiempo. Sólo un conglomerado de admiradores que lo siguen a uno y todo el palabrerío de la idolatría... Pienso... pienso sin parar.

Y en días como hoy, en donde hice todo para no pensar, incluso pensé en ordenar la casa para no pensar, no puedo dejar de hacerlo. Porque lo único que veo por mi ventana, cuando vos ya no estás, es un pálido desierto que nada tiene que ver conmigo y al que intenté llenar con canciones de amor pero que en realidad, de nada sirve porque si el desierto no puede contener el agua y más bien, la rechaza, dudo mucho que pueda contener unas tontas palabras de un tipo con pelo corto que juega a hacerse el filósofo cuando toma vino.


Me contento con pensar en la simpleza. Mas me entero que no soy tan simple,  soy un universo complicado de Mea Culpas. Aunque me emociona saber que, día tras día, las cosas se me hacen más fáciles y los besos me saben más lindos y las canciones mejores cantadas. Entiendo que todo es una linea ascendente hasta que por fin desciende. Me acuerdo de mis primeros días, antes de venirme, la felicidad y las ganas de migrar porque Bs As. mal que le pese a los porteños, es un club cerradísimo que nada tiene, lamentablemente, para compartir con el mundo. No por falta de calidad, no. Creo a mucha honra que el Porteño (o quizás el Argentino en general), es una persona con muchísimo para dar y también, con muchísimas cualidades. Pero está tan encerrado en el trópico sud americano que nada puede ver por fuera. Y entre el mate que se enfría y los alfajores que llenan los estómagos, nos perdemos de vista. ¡Quizás eso sea el tango, perderse pero afuera, en el mundo! Porque me acuerdo que a Cortázar y a Gardel, sin contar a Piazzolla, les pasó algo parecido... pienso... pienso sin parar.

No creo que esta ciudad tenga mucho más que darme. Aunque en realidad, ahora es cuestión de moverme con cautela y hacer que cada paso sea firme y no tan enclenque como mis pasos anteriores. Creo que, tarde o temprano, el problema del desierto con las palabras, se va a resolver. Y si he de ser un poco más sincero, creo que con vos, mucho de mis problemas quedarían resueltos en un futuro cercano. Sin embargo, es preciso que por ahora me concentre en concretar mi próximo movimiento para poder actuar con sencillez, mas con decisión. Y para ello, pienso, pienso y pienso sin parar.

sábado, 16 de junio de 2012

Ruido de consonantes


Todo suena y suena... Como el tango, como la vida que, cuando llueve se sienta a esperar a que se haga de noche y algún tecito de esos que tienen distintos sabores nos hagan eco y nos acompañen en las horas del otoño. ¿Sabrá la gente que me acuerdo del otoño todos los días?

¿Sabrá el Jazz que a veces, cuando me siento un poco intranquilo no hago más que pensar en aquella Medianoche en París en donde todos salen a ver la Luna y a tomar ese vino con olor a Montmatre que tanto nos gusta? ¿Qué sabe la vida? ¿Qué sé yo?

Tomamos vino, nos levantamos y vamos de la mano. ¿Al bar? ¿Nuestro bar? Es hora de cenar, y sale Buddha Bar con vos, conmigo, con todo Dubái que nos mira de reojo. Y yo que cierro los ojos y pienso que soy feliz. Que veo las horas escurrirse entre nosotros y soy feliz. ¿Por qué soy feliz? La simpleza me hace feliz. Te veo simple, te veo tan tranquila. Te siento simple, te siento tan tranquila. ¿Tengo que dar más explicaciones al espantoso bicho de la iniquidad que azota día y noche las almas de Dubái? Ya te lo dije a vos, hoy al oído: con vos, no me siento en Dubái. Me haces sentir que estoy en casa, a millones de kilómetros de distancia de todos.

Me pierdo, me pierdo y me vuelvo a perder. Mientras un vino italiano me recuerda que en realidad, la vida es un poco hacer ruido y otro poco vivir. Hacemos ruidos juntos. Nos encontramos ahí en donde el fondo de la botella se vuelve más dulce y el cielo se llena de estrellas. ¿Te acordás de las estrellas que vimos en Río... o fueron nuestros ojos que se cruzaron y nada más?

Me pedís que escriba y querés aprender español. Bueno, puede que no haya más que perdernos en las letras. O, tal vez, sea cuestión de conseguir una linda balada y tocar al estilo Fado nuestras canciones. Las tuyas y mías porque adentro sé que sabés cantar y que tu voz va a sonar como un sol en las tardes de invierno. 

Guitarra, música, poesía y letras. Con vos al lado, hasta el vino se queda sin alcohol, porque nada entre nosotros dos nos quiere contaminar ni hacer mal. Sino que, al contrario, sólo nos quiere ver juntos y ver qué tan bueno se pone todo esto. ¡Escribir, escribir, escribir! Con la poesía en la mano, nadie nos puede ganar. 

Leo que hay personas que están haciendo novelas, yo los llamo ingenuos aunque me alienta ver cierto júbilo en la juventud harta deseosa de conquistar nuevas cabezas. ¡Yo quiero escribir novelas! Y hacerlas bilingües, por lo menos, hasta que hablemos, en confianza, el mismo idioma.

Pero vamos a llegar a todo eso, no te preocupes. Yo lo sé. Yo lo sé... y el tiempo se va a acomodar y estará de nuestro lado. En el mientras tanto, te dejo descansar. No sea cosa que por alguna razón, ya te hayas aburrido de mí. 

Buenos Aires se despierta y me espera ansiosa, calculo que tus besos al Obelisco serán igual de bien recibidos que los míos para mi gente. ¡Yo sé que tus ojos son los días que nos faltan pasar juntos! Y de eso, no tengo dudas.

Que las consonantes nos sigan haciendo ruidos... Que las vocales, ya nos las aprendimos de memoria.

¡Café sin leche, ni azúcar!


Amadeus,

lunes, 11 de junio de 2012

En Honor a Baco,



Yo creo que es prolijo, a veces, escribir. No solamente porque nos ordena un poco la cabeza, sino porque además, es una buena acción para el mundo. Claro, saltarán los defensores de los momentos y me llamarán retrógrada... y lo bien qué harán. 

Escribir se compone no sólo de palabras (cualquiera sea la Lengua elegida para la redacción), no sólo de ideas (los antiguos hablan de símbolos), no sólo de sintaxis (hoy se lo conoce como puntuación/ortografía) y no sólo de fonemas (unidades mínimas de significado sonoro que al juntarla con otros fonemas crean el símbolo gráfico de la Palabra, para más información al respecto consultar autores que sepan del tema). 

Sin embargo, si nos remontamos a los orígenes mismos del escribir, podemos descubrir rápidamente que siempre se trató de un accidente no-casual de índole Supra-Natura o Divina. Quizás, el accidente de la Gloria daba al Hombre sensible de antaño, la capacidad de jugar entre las Musas y ser, él mismo, un agente realizador de la Fortuna de los Dioses. Con el pasar de los años, escribir se convirtió en Necesidad y hasta en Motor unificador. Desde la Divina Grecia, hasta la ya terminada Civilización Occidental de fines del SXIX que, en alegría y euforia por el amor a los pueblos, se escribían extensos sonetos y hermosísimos relatos sobre el Origen del Amor y el Principio de los Tiempos (aconsejo a Goethe, pero hay otros). 

Hoy, en cambio, y aquí es en donde se puede ver que soy un retrógrada, la palabra se manipula y se utiliza como si fuese un bien de compra y venta. Algunos la llenan de idolatría, y esmero. Están esos autores latinoamericanos que la han utilizado para componer reclamos sociales y emprender combates contra sistemas, de sistemas que encierran otros sistemas en otros sistemas (¡ah... S XVIII, lo único que hiciste fue crear palabras!).

Intento decir, de alguna forma u otra, porque la verdad es que a mí siempre me invadió la simpleza y no soy un tipo preparado para hablar de esto que el Hombre (como especie, obviemos los géneros), debería de volver a esa razón primera, si no es con el contacto entre los Dioses (entiendo que no todos podamos tener relaciones amistosas con Zeus), si quizás entre las Musas que hace tiempo andan buscando en quién reposar y, sin embargo, no encuentran más que espacios huecos y hoscos. 

A mí me da por pensar, cuando tengo que estar pensando, que ya no somos puros. El Bien, se me confunde todo el tiempo con el Placer y más allá de aquellas antiguas contiendas griegas entre Bien/Bello Bien/Placentero, se me confunde el Bien con el Deber. ¡Y todo termina siendo un Caos adentro mío! Se me ocurre que Hesiodo, cuando habló de la Caja de Pandora (el principio de todos los males), en realidad quiso universalizar el decadente y continuo error del Ser/Homber que no es más que Penitencia por las culpas de sus actos impuros, o tontos... si quieren que usemos una palabra de uso más vulgar y cómoda. 

Hoy me siento un poco perdido en cuanto a todo esto de la Acción/Bien. Me siento un poco perdido con respecto al por qué y el cuándo. Se me ocurrió pues, volver a la Literatura. Quizás, adaptarme un poco a mi tiempo y empezar con Dostoievski, puede que ése penoso S XIX en la Antigua Rusia Zarista, me dé las respuestas a la incógnita después revelada por Cortázar... o, tal vez por Borges. 

Si tienen ideas, por favor, díganmelas. 



sábado, 9 de junio de 2012

Algo de Lennon,



A la música, hay que sentirla. No basta con sentarse a componer una canción y creerse que eso es todo. O, como algunos otros piensas ( y lo he visto en lo que la modernidad entiende por "reality shows", tener una linda voz). Porque, en definitiva, una linda voz, es una linda voz... la música tiene de eso que es mucho más. La razón es bien simple, es la forma en la que se comunica el universo. El lenguaje universal, es eso que cuando lo sentimos, nos vibra en la panza, nos emociona en el alma y nos aclara la cabeza. Nos transmite lo que queremos decir, antes de siquiera, saber qué queríamos decir. Pone en manifiesto nuestras debilidades, engrandece el honor y la nobleza. ¡La música, es el suspiro del Alma! ¡Es el verdadero Amor Universal!

Por éso es que yo siempre fui un poco crítico en la música y si bien, tuve (y tengo) gustos diversos en lo que respecta a los artistas, siempre busqué o intenté buscar, aquello que los hace originales. O por lo menos, creerles. Me cuesta mucho creer en los artistas, con toda la parafernalia que anda dando vueltas en el medio. Y a uno se le complica. Entran las dudas. Para mí no pasa por si toca música clásica o contemporánea. Pasa por si le creo o no.

Creo, de hecho, mucho más en Paul McCartney que a Baremboin y lo digo so pena de que algunos me critiquen y me llamen demonio. Pero así fui yo, siempre. Y hoy, estoy con esa misma idea testaruda sobre cómo debería ser la música.

Llegué a un punto en donde la música de los otros ya no me convence. Me convencen muy pocas cosas, pero lo que me convence, me transporta a otras dimensiones. Creo que llegué a sensibilizarme a ese respecto. Puedo detectar muy rápido a  los músicos y, con esa velocidad, transportarme al mismo estudio en donde se grabó o a esa callecita en donde al artista se le ocurrió la canción.

¡Ay Música, lengua del Alma que a todos nos llega!

Estoy componiendo mucho, o mejor dicho, estoy componiendo. Ahora, con la música, estoy un poco más suelto. Siento que los instrumentos me están enseñando y ya no las personas. Antes, creía que la música te la enseñaban los maestros. Sin dudas que ellos tienen un papel fundamental en el desempeño del músico y sepan que no es este un espacio para criticar su importantísimo desempeño en la evolución musical. Pero a lo que quiero llegar es que, el artista, según lo que creo, debería llegar a ese punto en donde el mismo instrumento le explica cómo quiere ser tocado. Todos los instrumentos tienen Alma, no es razón del hombre negarla, más bien lo contrario, darle vida.

Cuando uno se encierra en esto de componer, todo es como una profunda meditación. La cabeza se vuelve hueca, las palabras saltan de uno y las canciones se cantan hasta cuando se está durmiendo. La vida se compone y descompone, todo es en sí, un gran melodía. ¡Hasta el Universo tiene su tono y su Frecuencia! Y me acuerdo de aquel Maestro que leí una vez que decía que la Antigüedad era Ex Audit... es decir, por el oído. Quizás, para reformular a la vieja frase de la historia, en vez de "Dame un punto fijo y te moveré la tierra" habría que decir, "dame un tono exacto y haré que la tierra baile y se mueva sola". Pero puede que sólo sean pavadas de las mías las que digo. 

A mí me gusta pensar que la Música compone, que las canciones entienden, que la armonía reúne y que la melodía emociona. Y eso me está pasando en estos días. Hoy me dedico a componer. Tengo miles de melodías adentro mío, o mejor cientas. 

Mi futuro es la próxima canción que ya estoy componiendo y variando de tonos para ver cómo queda mejor. Me voy a la canción del Amor, me voy a la tierra de la Música en donde los árboles todavía se mueven cuando escuchan las canciones de Carnaval. Me voy a la tierra del Verde, en donde todo se compone de melodías que suenan y suenan.

¡A la tierra del Amor y la Música!