¡Qué bueno encontrarte! Tiempo ha de
que mis palabras no tienen destinatarios. No me tomes a mal, espero que no lo
hagas, pero creo que mucho de lo que escribís hoy fue porque yo te lo enseñé. A
veces, cuando todavía me dan cosquillas los días, me siento a leer alguna que
otra cosilla tuya. Pero sólo en e-mails. Pensé que te habías perdido en la
lista de un tal vez que tanto abundan en el mundo
cybernético. Pero hoy, me creerás si te lo cuento, buscando entre sombras
encontré que seguís escribiendo. ¡Y menos mal! Porque me ponía tremendamente
mal pensar que no escribías más. ¡Solamente cambiaste la dirección! ¡Si supieras
lo que pensé! Acciones nefastas del llamado de atención: pensé en escribirte un
e-mail para ver si respondías. Aunque sabía que no lo ibas a hacer. ¡El
orgullo, arma vil!
No me tomes a mal por lo que dije antes. Creo que ambos crecimos juntos,
cuando de escribir se trata. Te cuento más, hoy estaba sentado pensando en algo
para escribir. Y no pude escribir nada... pero en otras noticias: mandé una especie de idea de libro que
está, en parte, inspirado en esas tardes que pasé consumido por el calor y
porque apagaban la energía para ahorrar para el año que viene.
¡Ah! ¡Pero hoy te encontré! Es como haberse encontrado con una cajita de
recuerdos que se abre y adentro, está llena de palabras. Ahora escribir tiene
sentido una vez más. A veces pienso que me escribo... pero otras, no te
miento, creo que te escribo. ¿Qué pensas? ¿Seguís creyendo
que escribo bien? No te confundas tampoco, no sos la Milena de Kafka ni la Beatriz de Dante. Tu rol, en esta historia, es
más banal... o si querés, más vulgar. Vulgar no del latín vulgo... vulgar en lo
que se refiere a cotidiano. Ya sabés como yo peleo por esa absurda armonía en
las palabras.
No te miento, minutos atrás, no tenía nada para escribir. Quedó todo en un
borrador... y ahora... si me vieras ahora con la adrenalina de saber que te
escribo tan sólo para que me leas... Bueno... ya no me lees más, pero por lo
menos para responder. Siempre me gustó ser una especie de pseudo tutor que,
aunque nunca te guió, por lo menos te criticó. ¡Sí! ¡Eso éramos! Criticones.
¿Me esperas que me pongo otro disco?
Me puse algo más nuestro: Brandi Carlile. No creo que te acuerdes. Pero yo
si me acuerdo de Seru Girán... ¿Sabés que ahora me gusta, no? Sabés que ahora
escucho a Sui Generis con placer. ¡No, te prometo que fueron sólo dos cervezas
y no tienen nada que ver! Ay... la inspiración y las ganas de escribir,
volvieron todas juntas. ¡Vos tenés dos elefantes! ¡Yo tengo dos guitarras! Una
se llama Irene, que en griego significa Paz. Y la otra Sofía, que significa
Sabiduría. Ninguna se llama como la otra... no ya no la pienso más a
ella.
Ah... pero ahora que te leo, me siento tan joven. Menos mal que seguís
escribiendo. ¿Querés que te confiese algo? Me gusta como escribís. Está bien,
deberías leer algo más Verdadero y dejar toda esa palabrería revolucionaria que
tanto mal ha generado en la literatura. Sobre todo, en la latinoamericana. Pero
si me leyeras, ahora mismo, seguramente dirías que soy un retrógrada de.... y
agregarías alguna que otra palabrilla condenada por el google translate.
¡Ah... pero qué joven! ¿Sabés que hago ahora para vivir? Vivo para
los Aeropuertos que me llevan de un lugar a otro. ¿Te acordás nuestro
Aeropuerto? ¡Fue nuestro hogar por unas horas! Me acuerdo que me senté a cargarte
música en el aparatito de la manzana... y casi te mato cuando me cancelaste la
conexión porque tu ansiedad, esa constante ansiedad, puso fin a la
sincronización. Ah... es que vos sos tigre y yo soy conejo. ... ¿O eras
Búfalo?...
¡Qué bueno encontrarte! Ojalá me leas, ojalá porque por lo menos
significaría que triunfó la literatura. Si yo no te respondí como se debe, y
aquí creo que deberías saber que mi orgullo quedó en la calle Av. Velez
Sarsfield y no lo traje conmigo, es porque pensé que no escribías más.
Así pues, si me lees, respondé carajo - como se debe.
Tengo un cuento que termina: ... (SIC) "y... en la mesa, la
fascinación de las palabras". Eso me lo regalaste vos. Aunque no
me lo creas, no me lo vas a creer, serías la única crítica a la que le daría mi
libro a leer. Los demás, me suenan muy convencionales para que me lean.
Muy.
Ya no escribo como antes, lo sé. Antes, las formas tenían sentimientos,
mientras que ahora, son las palabras las que hablan y ya no esa vorágine de
cosas adentro. Sé que vos seguís teniendo dos elefantes y que los contenidos se
entienden por otras partes. Sé que vos seguís pensando que sos una estrella de la modernidad, incomprendida tal vez, pero con una pierna más corta que la otra
que marca, en sí marca, la diferencia para con el resto.
Yo me corté el pelo. Me compré una guitarra y pensé en cantar. Caminé en
Madrid, y creo que te pensé. Pero seguí caminando, tomé café. Me levanté y
caminé un poco más. El problema de la vida, hoy por hoy, es que todo se mide en
horas y lo que son horas, se traducen a kilómetros. Lo que no son kilómetros se
vuelven mares que separan continentes y lo que no cierra de los continentes es
que están gobernados por personajes nefastos. ¿Seguís viviendo en la misma
callecita o la independencia marcó otra vez, tu destino? Uf, el complejo de
Electra en vos, fue más fuerte que cualquier otra cosa que pudo haber
enfrentado tu amigo Freud. Yo
no creo en esas cosas.
Mirá cómo pasan los párrafos. Pasan las palabras, pasan. Pasan las horas,
pasan. Pasan los noctámbulos. Yo tomé sólo dos latitas de cerveza. Nada más.
Ahora me afeito por mi trabajo. Pero cuando la vida me deja, me siento con
Sofía a debatir sobre el principio del Bien y por qué Plotino habla sobre lo
Bello. Cuando entiendo un poco más, me siento un poco más. Pero, por lo
general, miro por la ventana y pienso en las mismas cosas: el Amor, la
Libertad, la Vida. Con la salvedad que hoy soy más libre que ayer, o
menos dependiente.
La soledad me gusta. Me enteré, por ahí, que es algo que me hace falta. Es
algo que necesito (estoy tan emocionado respondiéndote que los dedos se mueven
solitos y eso que yo no uso diminutivos para escribir) para sentirme más yo.
¿Soy un egoísta? ¿Soy una persona endemoniada? Vos creerías que en realidad,
soy el ombligo del mundo.... Y yo te respondería: ponele que no.
Y quizás sea eso... ponele que no. Pero me hace bien saber que estoy bien.
Aunque me hace bien saber que estás bien. Seguí escribiendo. Me alegra tanto,
tantísimo. Es saber que cuento con mi villano para combatir el mundo. Vos, con
la bandera de García Marquez... yo con la de Goethe. ¿Quién vencerá? Palabras,
sólo son palabras. Ya sé que no me lees y no me vas a responder... a mí
me gusta jugar a escribir. Aquí, en Dubái, tuve la patética situación de gente
que me quiso leer y, peor aún, interpretar. Yo los saqué a escobazos.
Te escribo más adelante. Gracias por leerme.
Amadeus,
Pd: me voy a seguir leyéndote.