Me levanté
temprano hoy. Día sábado, sol y perfecto. Hoy, pensé, voy a dedicarme a
escuchar Rock -todo-el-santo-día. Suelo ser una persona recurrente. Tengo mis
anotaciones permanentes sobre reflexiones varias, en mi cuadernito que llevo conmigo a todas esas partes que están ahí afuera. Me nace sincerarme con esto que algunos llaman espíritu de vez en cuando.
Hoy quise sincerarme con el Rock. Me levanté, como bien dije, temprano en este hermoso
día de sábado. Hice las libaciones correspondientes al dios de la inspiración y
salí a que las calles me tomaran. Quería, un poco, perderme en la ciudad, entre
la gente, entre el caos. ¿Acaso el rock no es eso, el talante de un caos que se
desenvuelve de forma melódica y con extraordinaria simpleza? ¡Quería
experimentar el rock en toda su bondad! Libre de definiciones.
Sobre la marcha
de mi caminata, vi árboles, montañas cubiertas de nieve, edificios que están tan viejos que se caen a
pedazos, paredes pintadas de azul, gente
andando en bicicleta o saltando en skeat
que le dicen. Vi parejas tomadas de las manos. Vi familias enteras devorando el
día con esa misma ínfula con la que tal vez sentí que debí hacerlo yo esta
mismísima mañana. Por supuesto, la diferencia entre la familia y yo era -o es- nula pero, mientras ellos improvisaban, yo tenía un tracklist rockero
preparado para que hiciera de todo este teatro, una coordinada escena.
Las canciones se
fueron sucediendo como se da en la secuencia lógica en la que se devienen todas
las cosas, una tras otra y ¡el rock! ¡El rock… seguía ahí! Automáticamente las
palabras rockeras: ¡Toro y pampa! Las condescendencias que brinda el rock. Ese
espíritu individual de ser libre en el completo sentido de la libertad. Libre
de obstrucciones. Libre de ataduras ficticias que jamás existieron. Libre de
ser enteramente responsable de nuestras propias almas. Anoté en mi cuaderno, frente a esta ínfula de origen rockero que aparentemente, crecía en mí: “El rock es la responsabilidad de ser uno
mismo”.
No sé qué tan
atinada será toda esta cuestión, ¿Y en realidad, a quién le importa? Pero
observé, hoy en la ciudad, como cada uno lucha por ese derecho a ser individuo. Ese derecho que tanto nos
duele, nos pesa; que nos hace sentir toda esa tremenda responsabilidad como
si hubiera un hueco difícil de llenar. ¿Dónde están los significados y todo el
significante que representa ser individuo?
Vi gente que siente tanta lástima de sí misma que no hace más que querer dar
lástima a los demás. Tanta gente que quiere ser querida y sólo quiere dar. Tanta
gente luchando, por individualidades que se contraen y que nunca discrepan
entre sí, no en esencia al menos. Porque
somos una lucha de egos que nacen, se reproducen y mueren.
¡PERO QUE NO ME
MIENTAN!
¿Cuándo ven a ese otro ser con la remera
típica de AC/DC y lo ves caminando hacia vos, no te nace sonreir? ¿Por qué? ¡O como cuando vemos a esos héroes tomando Jack Daniels, solos, en una barra! El
amor por las rutas, el amor por viajar por tener algo que contar, por tener
amigos. El rock, supera cualquier otra elemental circunstancia que quiera
proporcionar algún veredicto final sobre cómo
hay que vivir. Y despoja todos esos enigmas insulsos sobre lo que está bien
y lo que está mal. Porque con el rock, la responsabilidad de ser rockero viene antes que cualquier otra
cosa.
Por eso el Rock,
no defrauda a las masas, "son las compañías discográficas" (en todo caso). Por eso el rock, no niega amigos,
los suma. Por eso el Rock, se mueve en motos o en camiones, lo que sea más
ligero pero lo que nos mueva al fin. Por eso el Rock, le canta a la muerte,
porque a veces está siempre presente. Por eso el Rock, es fiel y se mantiene
estático porque los principios inquebrantables en los que se constituyó no fue
en la música (si bien ahí se nota perfectamente el estado de éxtasis al que se
puede llegar), si no en ése ideal tan importante como efímero que involucra:
¡Rockear!
Así pues,
rockeros del mundo, hoy les dejo una vez más
una consideración sobre el Rock. Porque siento que nos llenamos la boca
hablando de cosas que no tienen sentido y quería ser yo también, uno más de el
montón hablando sobre cosas tan infinitamente absurdas como todas las demás.
¡A vos amigo,
fiel estima siempre presente!
Amadeus,
*Nota al margen,
fuera del texto original: Porque en definitiva, siempre hablando del rock, ese
derecho a ser nosotros mismos, nos lo merecemos por el simple hecho de estar vivos.
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