martes, 5 de noviembre de 2013

Sobre la Desesperación




Ay… amigos, ¿cómo les cuento mi rabia? ¿Por dónde empiezo? Tanto rebajarse. Tanto bajarse. ¿Bajarse? Sí. Bajarse. Bajarse de un avión eligiendo una ciudad cualquier… la más austral de ser posible y venir ¿a dónde? A la nada misma.

Quiero culpar a alguien. Pero no puedo. Quiero decir que me arrepiento. Pero no me sale. Quiero decir que tengo orgullo. Pero de ése no me queda. Quiero gritar que el mundo es un lugar fantástico y lleno de esperanzas… Pero no creo en nada. No creo en nadie. No creo en las ciudades. No creo en los países. No creo que pueda yo servir para alguna cosa. Y acá me tienen…

Tengo una bronca que abarca toda la costa del pacífico e incluye el resto del océano. Tengo una cosa tan adentro que no me deja dormir tranquilo.

¿Qué hago? Un ataque de desesperación. ¿A dónde estoy yendo? A la ruina misma, mis queridos amigos. A la ruina mísera del patético personaje que ya nada tiene para ofrecerles. Entendí que mi ejemplo es un ejemplo de esos que mata pasiones. De esos que arruinan amores. De esos que no dejan nada a la imaginación. Soy la indiscutible prueba de que hacer las cosas mal tiene sus consecuencias. De que en realidad, ser un inútil, tiene poca utilidad. Y tal vez, sea hora de ser útil. Pero, ¿qué les digo? Si me quedé sin palabras.

Sin embargo, ¿a qué me aferro hoy? Me han robado hasta la esperanza. Se me acabaron las fuerzas. Se acabó todo. Basta de sueños. Basta de ideas. Basta de gente. Realmente, hoy me gustaría desaparecer.


Amadeus, estoy desesperado. ¿Qué hacemos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario